Archivos de la categoría ‘Músicas’

1.- PINK FLOYD – COMFORTABLY NUMB (1979)

En la cima más alta de su popularidad pero comenzado el declive artístico, Pink Floyd editó el que es, seguramente, su disco más conocido: The Wall. Roger Waters, en su versión más déspota, hacía y deshacía todo a su antojo. Los demás miembros de la banda sólo se limitaron a tocar lo mejor que pudieron dejando la mayor parte de la labor compositiva al bajista. Aun con el ánimo por los suelos y cansado de tanto álbum/gira, Gilmour parió uno de los mejores temas de su carrera, Comfortably Numb, así como uno de los mejores y más reconocidos solos de guitarra que se hayan hecho.

2.- VAN HALEN – ERUPTION (1978)

No se trata de un solo de guitarra dentro de una canción. Es la canción hecha solo de guitarra. Desnuda, sin artificios. Compuesto y ejecutado por Eddie Van Halen, cuando se editó en 1978 nadie sabía cómo demonios había creado esos sonidos con la guitarra. Incluso, al tocar la canción en vivo, se daba la vuelta para que nadie viera cómo hacía sonar su guitarra. El secreto estaba en el tapping (una técnica poco vista entonces) y una ejecución primorosa. No deja de ser una muestra de técnica en detrimento de la melodía, pero tremenda técnica. A partir de entonces, todos quisieron ser Van Halen.

3.- LYNYRD SKYNYRD – FREE BIRD (1973)

Duane Allman, guitarrista y pulmón de los Allman Brothers Band se mató en un accidente de tráfico. El título de mejor banda de southern rock lo compartían Lynyrd Skynyrd y Allman Brothers. Banda “rivales”. Los Skynyrd dedicaron esta canción a Duane Allman. Sé libre, vuela alto.

4.- MEGADETH – TORNADO OF SOULS (1990)

Una de las mejores bandas de thrash metal que ha existido en la historia editó un pilar básico del género en 1990, Rust In Peace. El disco está compuesto por riffs endemoniados del pelirrojo guitarrista y cantante Dave Mustaine y por solos de guitarra que, además de ser agresivos y rápidos, no están reñidos con la melodía y el buen gusto. El creador y ejecutor de estos solos era Marty Friedman, un pelucón guitarrista que dejó su vida de star rocker por el siempre misterioso país nipón. La canción está enredada en multitud de riffs ejecutados con una maestría implacable, cambios de ritmo constantes, una batería imponente y un solo central digno de esta lista.

5.- OZZY OSBOURNE – NO MOTE TEARS (1991)

El tercer guitarrista de Ozzy tenía una labor muy grande por cumplir. Después de Randy Rhoads y de Jake E. Lee solo alguien con mucha personalidad e indudable técnica podría aguantar las ineludibles comparaciones. Zakk Wylde, después de un más que correcto trabajo en No Rest For The Wicked tomó las riendas de la banda y engendró esta bomba del mejor heavy que es No More Tears. La canción que da título al álbum, una de las piezas más barrocas con dos partes bien diferenciadas, contiene un solo de guitarra sólido, medido y muy melódico.

6.- MICHAEL JACKSON – BEAT IT (1987)

Después del multiplatino Thriller, el amo y señor de la industria musical no era otro que Michael Jackson. Son los años 80, Michael necesita un cambio de imagen y un guitarrista. ¿A quién contratar?. Pues al mejor y más mediático guitarrista de aquellos tiempos: Eddie Van Halen.

7.- PANTERA – CEMETERY GATES (1990)

Dimebag Darrell y sus compañeros facturaron en 1990 uno de los mejores trabajos dentro del decadente (a causa del grunge) mundo del metal. Admirado por sus semejantes e idolatrado por sus fans (sobre todo a raíz de su trágica muerte), en Cementary Gates, Dimebag hace llorar su guitarra durante toda la canción, de emoción, de rabia, de pena, porque él era capaz de expresar esos y otros sentimientos con las seis cuerdas. No debemos olvidar el estupendo trabajo de Phil Anselmo en las cuerdas vocales.

8.- EDDIE VEDDER – SOCIETY (2007)

Porque no todos los solos han de ser eléctricos. En la fantástica banda sonora de Into The Wild, Eddie Vedder dejó, entre otras, una joya de canción que contenía un escueto punteo de guitarra acústica. Hasta el polifacético Johnny Depp lo ha tocado en directo junto a su amigo.

9.- FUNKADELIC – MAGGOT BRAIN (1971)

Un álbum que podría ser una canción, porque su auténtica fuerza reside en el tema que da título al disco. Existe un mito según el cual Clinton (cantante y líder de Funkadelic) descubrió el cadáver, en estado de descomposición, de su hermano, con el cráneo destrozado. De ahí el gusano del cerebro (Maggot Brain). Clinton pidió al guitarrista Eddie Hazel que tocara “como si tu madre acabara de morir”. ¿Lo consiguió?, escúchala y lo sabrás.

10 – STEVE VAI & RY COODER – DUEL FROM CROSSROADS (1986)

El año 1986 Steve Vai y Ry Cooder tuvieron un duelo de polendas que apareció en pantalla en la película Crossroads, en la cual Vai interpreta al guitarrista endemoniado Jack Butler. En el clímax de la película, Vai se enfrenta en un duelo de guitarras con Ralph Macchio, cuyas partes del duelo fueron hechas por Vai y Ry Cooder, siendo Vai el que toca la parte inicial con slide al comienzo del duelo y las otras performances de Macchio al comienzo de la película. La pieza con la que Macchio gana la competencia es una pieza neoclásica llamada Eugene’s Trick Bag, también compuesta por Vai. El tema está basado sobre el Capricho Nº 5 de Paganini. Simplemente un duelo, tanto musical como cinematográfico, genial.

El concierto de Charly fue fantástico (lo que sí fue malo, malísimo, fue el telonero, un impresentable llamado Richard Arango). Se entregó al público, lo dio todo, se le notaba el disfrute, la complicidad con sus músicos, el don de dirección, se le notaba el genio, el talento, la autenticidad, la intensidad de una vida no sólo vivida sino amada. Con razón mi buen amigo Ariján se arrodilló al final de «Instituciones», como quien adora a un santo. Con razón las chicas estaban en una especie de orgasmo colectivo. Creo que todo el público asistente al Jockey Club estaba emocionalmente calato ante la desnudez del alma de Charly.

“¿Pero Charly todavía canta?”, escuché que preguntaban, como si se tratase de un torero muerto. “Más que nunca”, respondí susurrando crípticamente, para no tener que dar las explicaciones que no tenía tiempo de inventar. Claro que si. Y por supuesto que cantó para mí y para mis buenos amigos.

Apagón. Aullidos inmarcesibles. Al fondo, una pantalla. Un videoclip con la historia de Charly García. Carátulas, fragmentos de sus himnos, pequeñas anécdotas sobre las instituciones del rock. De repente, oscuridad, nuevos aullidos y splash, la luz, la hermosa luz de los escenarios, perfectamente dispuesta, para dar paso a diez delincuentes, «The Prostitution», con gabardinas, acompañantes de la figura impensable de Charly García modelo 2012. “Cerca De La Revolución” abría la primera serie. “¿Por qué no vienes hasta mí, por qué no puedo amarte?” Tutun, tututun, tutun. Los que se la saben la azotan en su cerebro. Tremenda canción compuesta especialmente para comenzar conciertos. Y la ovación no da tregua porque García y los suyos arremeten con “Fanky”, directamente extraída de nuestras más oscuras aventuras sanmarquinas. El inevitable homenaje al Flaco Spinetta: la preciosa «Rezo Por Vos» coreada por toda una generación. La ovación hace al ladrón. Charly ataca con los “Dinosaurios”, himno político y paleontológico que no tiene pierde. Luego el medley compuesto por “Tango En Segunda/El Amor Espera”, pues si, «el amor espera y ya es primavera». “No Importa”, del ya mítico CD «Kill Gil». La canción parece robada a John Lennon. Más adelante, otro himno, “No Soy Un Extraño”, la cual me ha estrujado la cabeza tantas veces. Después, el Jockey Club trepidó y se levantó de sus cimientos con “Pasajera En Trance”, una de las canciones perfectas para hacer mover un concierto. Y en eficiente confianza con lo que queríamos y anhelábamos, un doble combo mortal directo a la vena: «Asesíname» e «Influencia». A estas alturas del partido, mi troupé y yo ya nos habíamos rendido ante el genio creador y destructor de Charly, nos limitábamos a insultarlo y mentarle la madre por tanta genialidad. Acto seguido, «Rap Del Exilio».  Y, cerrando el bloque, las “Instituciones”, con el vampiro al centro de la escena, frente a su teclado de juguete. La coreamos como si no hubiera mañana, y es que no había mañana, vi lágrimas de felicidad, vi a Nito, y es que «yo miro por el día que vendrá hermoso como un sol en la ciudad, y si me escuchas bien creo que entenderás, porque yo espere en vano que me dieras tu mano».

“Vamos a tocar la última canción de la primera parte, después viene una película de Dalí y no sé quién más, así que me despido por 2 o 3 minutos”, anuncia Charly, que se va a su camerino, el mismo camerino de toda la vida, lejos del mundanal ruido. Mientras tanto, en la pantalla posterior del escenario, imágenes de «Un Perro Andaluz» de Luis Buñuel, con textos del poeta García Lange. Regreso de la pandilla salvaje, algunos sin los sobretodos. Y seguimos viviendo en mundos de cine con «Yendo De La Cama Al Living». La garganta ya pide descanso y algo de cerveza. Y por fin Serú Girán: “La Grasa De Las Capitales” junto a “Me Siento Mucho Mejor” de los Byrds, otra de esas canciones en inglés que García ha reinventado. «Y yo se que me siento mucho más fuerte sin tu amor». Pausa emocional ante la «Canción De 2 X 3», que bien suena en vivo. Y de ahí, ¡agárrense!: “Demoliendo Hoteles”, la mejor canción del mundo. El asunto siguió con “Anhedonia”, esa enfermedad que parece inventada y que significa la incapacidad total para experimentar placer. Pero no hay tiempo porque sigue más Serú Girán: «No Llores Por Mí, Argentina». Y un cohete, un escupitajo a la velocidad de la luz atravesó el Jockey Club con “Nos Siguen Pegando Abajo”, aka “Pecado Mortal”, que no tiene pierde, uno de los himnos incuestionables del García de la década prodigiosa. Vamos muchachos, porque aquí el orden de los factores alteró totalmente el producto, el artista pateó el programa y decidió seguir con “Eiti Leda”, himno de Serú Girán, el acabóse, fundidos en un solo abrazo escuchando esa canción que tanto tiempo nos unió. Un bis provocó el público y Charly, cómo no, nos empujó dos: “Rock & Roll Yo” y “Piano Bar”. Una pausa después, y para cerrar, la “Canción Para Mi Muerte”, por si las moscas. Todavía quedan esperanzas de un mundo mejor en nuestro Tercer Mundo.

Estuve muy feliz. Gracias a mis amigos. Y gracias a Charly. El sabe que estaba cantando para mí y para mis amigos.

PD. 1: Gracias Lita, gracias Ariján, gracias Jimmy, gracias San Marcos.

PD. 2: Gracias K por todo, por ser como eres, por cuidarte…

Escribe Sergio Marchi
Ilustra Horacio Petre

Yo quería tirar todo. Esas carpetas con recortes de diarios, revistas, impresiones de internet; todo ese registro de papel seccionado para que ocupe el menor espacio posible (la próxima guerra será por el agua; la que le siga, por el espacio), quería volarlo a la mierda. Pensé en prenderle fuego, pero nunca tuve vocación pirómana. Tirarlo a la basura me resultaba muy triste. Se me ocurrió donarlo: habría montones de voluntarios que querrían tener el archivo periodístico que acumulé durante años sobre Charly García.

Ya sé todo lo que tengo que saber, ya escribí su biografía, y hasta la actualicé diez años más tarde, abarcando la vida de este hombre desde que nació en 1951 hasta 2007: unos cincuenta y seis años. Ya cumplí. Es curioso, pero previsible: la gente me busca, me encuentra —soy fácil—, y me pregunta: ¿Para cuándo la segunda parte? Les contesto que ya la hice, que No Digas Nada salió en 1997, que se actualizó con nuevos prólogos, nuevos capítulos y algún apéndice, exactamente diez años después de su aparición original. Y me vuelven a preguntar lo mismo. Sí, ya sé lo que quieren; para ellos la segunda parte es para mí la tercera. La que no quiero escribir. Al menos hasta que Charly muera.

¿Cuándo termina el trabajo de un biógrafo? Cuando termina la vida del biografiado, sin dudas; uno puede enredarse un poco más en el afterlife, con las reverberaciones que produce la muerte de alguien muy famoso, “en ese torbellino donde nada importa”, como Charly cantó en una de sus canciones. O filosofar sobre las nuevas sonoridades que adquiere la obra de un músico que ya no existe, porque la obra, y sobre todo la de Charly, sobrevive a todo, incluso al fantástico poder de destrucción de su autor. Sobrevive hasta a mi propio cansancio. Y me persigue, sin saberlo yo; sin quererlo, sin pensarlo. “Todo el mundo quiere olvidar”, dice otra de ellas. Y yo también deseo lo mismo. Pero me es imposible, no por extrañar aquellos días alocados en donde yo era un vehículo todoterreno (y mucho más joven y entusiasta) que patrullaba sus alrededores buscando los elementos que me permitieran escribir su historia, sino porque hacer la biografía de alguien, sobre todo alguien como Charly, te liga de por vida.

No lo veo desde hace más de un año y medio. Ya había pasado algún otro período de distanciamiento —que no es enojo ni enemistad— a causa de la vida que nos tocaba a cada uno. En un momento se quejó ante alguien de que yo no lo llamaba, pero él era incapaz de marcar mi número. Con Charly García, la amistad es una vía de una sola mano: la que uno emprende hacia él. No hay reciprocidad, pero tampoco la espero. Tan solo un poco de su consideración. Se hizo rogar mucho para dignarse a darme un rato de charla desganada en 2007 para intentar actualizar su propia historia, cosa que logré por esa red invisible que ya nos conecta desde hace mucho, lo queramos o no. Pero yo podía entender a ese hombre estragado por su propia voluntad de consumir químicos hasta el final, que en esos días se estaba aproximando a pasos acelerados, como si hubiera perdido sus dotes de artista y se hubiera transformado en un consumidor profesional de estupefacientes. Sabía entonces que no había modo de torcer eso; me la pasé años tratando de hacerlo. No por el hecho de salvarlo, de redimirlo, sino porque me angustiaba verlo sufrir, teniendo tanto para disfrutar. Charly siempre negó ese sufrimiento: se condenó a sí mismo, porque lo presiente como su pasaje a la gloria. Se convirtió en su identidad. Siempre pensé que el rock era un camino a la liberación personal de ataduras sociales, mentales, políticas, religiosas, doctrinarias. Y sigo sin entender por qué alguien se condena a la esclavitud tóxica en nombre del rock and roll.

Charly García es uno de los músicos más sorprendentes que conocí en mi vida; lo vi por primera vez cuando era luz pura, despidiendo a su segundo gran grupo, La Máquina De Hacer Pájaros, una banda increíble que tocaba con el rigor de una orquesta sinfónica por él comandada. El primero había sido Sui Generis, ese dúo que hizo con Nito Mestre, que parecía una adaptación argentina del folk-rock sajón, y que marcó a toda una generación con tres discos que hablaban de las preocupaciones adolescentes sin restarles la importancia que uno le da a esas cosas a esa edad: la que yo tenía entonces. Lo vi derrapar con Serú Girán, un equipo con los mejores jugadores que no encuentra el funcionamiento sobre el campo de juego; hasta que comienza a meter goles y sale campeón. Así se retiraba García de la vida en grupo en 1982: tres campeonatos al hilo, y varios discos brillantes como Confesiones De Invierno (1973), Pequeñas Anécdotas Sobre Las Instituciones (1974), La Máquina De Hacer Pájaros (1976), La Grasa De Las Capitales (1979), Bicicleta (1980).

Charly tenía la magia, el toque, el ingenio, la reflexión mordaz que te saca la foto cuando todavía no te pusiste la ropa interior. No podía ser mejor, pero lo fue: Yendo De La Cama Al Living (1982), Clics Modernos (1983) y Piano Bar (1984), es la trilogía más increíble de álbumes consecutivos que algún músico argentino haya concretado. Bueno, a ese genio Charly le hizo la cruz, y se la puso sobre los hombros para cargarla por siempre.

“Charly García es ese pobre muñeco que yo pongo ahí para que me dejen vivir en paz a mí”, me reveló diez años más tarde, como si fuera un mago que le cuenta su máximo truco a un aprendiz. El “pobre muñeco” era alucinante: todos lo querían, las multitudes lo seguían como a un Cristo pampeano de bigote a dos colores. Su música era novedosa, brillante, moderna y otros adjetivos que seguramente no alcanzarían a hacerle justicia. ¿Qué clase de vida quiere vivir un hombre que renuncia a su mejor arte en pos de algo que no se sabe muy bien qué es? Para eso no hay respuesta, y es ese vacío el que yo ya no puedo sostener. Un día lo vi mirarse fija y sostenidamente ante un espejo. “Charly, ¿qué ves?”, le pregunté. “A un reventado”, contestó con un dejo de amargura mezclada con alguna satisfacción.

Charly se reinventó como reventado y armador de escándalos a escala profesional en los 90, cuando no quiso seguir editando simplemente buenos álbumes, como los que hizo a finales de los 80, después de su trilogía de oro. Coincide eso con su primera internación psiquiátrica, a la que llega cuando nadie sabía cómo pararlo después de varios días de desmanes sin cortes. Al no existir en Argentina alguna institución que trate seriamente el problema de la adicción a las drogas (a veces dudo de que exista algo serio aquí), Charly cae en manos psiquiátricas cuando en realidad le hubiera convenido terminar con gente que haya atravesado ese mismo túnel, en el que jamás quiso meterse, lo que constituye la raíz de su problema. Cuando obtiene el alta, Charly comienza a jugar como una celebridad aterradora que utiliza su arte como cobertura de sus crímenes. Se tiñe de rubio, llega tarde a los shows, entra en silla de ruedas, deambula desnudo por los pasillos, vive sin bordes. Segunda internación psiquiátrica. No le hace mella: sale, se encuentra con Andrés Calamaro y juntos se van a ver con Joaquín Sabina. Pobre Tío Joaquín, como él mismo se bautizó ante mí, que me casé con una ex-novia suya (“A ver cuando invitáis al Tío Joaquín a cenar”: Tío, te juro que me encantaría y te seguimos esperando): tuvo que pagar un dineral por los destrozos que Charly causó en el hotel al que lo invitó a hospedarse. Charly inventó el “Recital Interruptus”, que duró dos temas hasta que le dio un brote esquizoide sobre el mismo escenario. “Es solo una manera de actuar”, compuso García en una canción que se hizo como autorretrato. A esa frase yo le colocaría signos de interrogación. García, ser de una inteligencia superior, sabía perfectamente la fascinación que causaba en todos arrojándose hacia una destrucción segura, con el pasaporte al infinito sellado por San Pedro, para después esquivar a la parca con un amague a lo Maradona. Parecía acabado, y resurgía de su propia ruina sacando la lengua. No podía sobrevivir a un salto de nueve pisos en la ciudad de Mendoza, a una pileta no del todo llena, y salió de ella como burlándose de la Ley de Gravedad. Lo filmaban muchas cámaras que habían ido a una conferencia de prensa de un ministro, y mientras la autoridad aburría a todos con su discurso, percibieron que un hombre volaba hacia abajo.

La reunión de Sui Generis en el 2000 pareció una autoejecución, de la que se recobró con un disco que apenas con unas pinceladas de su inmenso talento se asemejaba a una nueva resurrección: Influencia. Pero un día se encontró sin trucos, o con algo peor: con trucos repetidos. No existe nada peor que escuchar por segunda vez un disco de chistes. No había gracia. ¿Cómo superar a un hombre que vuela? ¿Dejando una obra inconclusa, de la cual destruyó el original, y su copia fue pirateada y subida a internet (Kill Gil)? No: cayendo de una vez por todas, como cayó en Mendoza en 2008. Alertado por la seguridad del hotel, un grupo de policías redujo a Charly que intentaba asesinar a su propio manager, un muchachito que era el único que lo aguantaba y sobrevivía con las migajas que producía, porque ya nadie quería contratar y pagarle a ese ser intratable que todo lo arruinaba. El método que intentó fue un tanto tosco para un artista de su talla: arrojarle un matafuego por la cabeza. El problema es que el otro se obstinaba en huir, maldito desagradecido, y el matafuego era muy pesado. Primero fue la policía, luego llegaron los médicos que le aplicaron un poderoso sedante. Mientras García se iba en fade out, puteaba hasta en arameo a los que pretendían calmarlo. Un empleado infiel grabó toda la escena en celular y la subió a YouTube. El escándalo fue infinito.

A mí, me inundaban de mensajes, requiriéndome de los medios para que dijera algunas palabras alusivas (¿qué decir ante un naufragio?). Y los fans me pedían que me pusiera la capa y volara yo también. “¡Vamos, quiero verte en acción!”, me escribió uno. Pero yo ya era un superhéroe en retiro y mis poderes siempre fueron de morondanga y otorgados por Charly. No hubiera querido que mi afán de ayudarlo fuera malinterpretado, como le pasó a su hijo, cuando su padre, al pie del avión, le dijo a la prensa: “Este viene a robar cámara”. Fueron cuatro días dramáticos, donde un ídolo caído en desgracia a la vista de todos era conducido a una ambulancia transportado por robustos enfermeros que lo habían colocado boca abajo y le habían atado las manos por detrás. La escena tenía algo de sacrificio ritual. Hasta había caníbales y todo. Pero estos, en vez de portar huesitos en la mollera, disparaban luces: paparazzis. Durante esos cuatro días no se supo qué sería del destino de Charly García, pero lo único seguro era que el Poder Judicial esta vez había intervenido y no podía desligarse de una papa tan caliente con tanto escrutinio mediático alrededor.

¿Qué puede hacer uno ante eso? ¿Con qué justificación podría irrumpir uno en un escenario que ya no frecuenta? ¿A título de qué? Cuando las cosas se definieron, Charly fue trasladado a Buenos Aires en un avión sanitario que la propia Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, le habilitó, pasó por un hospital que lo contuvo un día y lo derivó a otra clínica psiquiátrica en la que pernoctaría por un par de meses. Ahí decidí ponerme en contacto, se lo percibía más solo de lo que en verdad estaba. En la clínica expliqué quién era, ya que después de todo, en Argentina soy medianamente conocido por ser justamente el biógrafo de Charly. Y me trataron como si tuvieran necesidad de “contenerme”.

— Bueno, señor Marchi, usted quédese tranquilo, que su amigo está siendo bien cuidado. Si la jueza autoriza, nosotros nos pondremos en comunicación con usted. Mantenga la calma…
— Discúlpeme señora, pero al loco lo tienen ustedes ahí adentro. No quiero que me traten: quisiera visitarlo, si se puede.

Sucedieron muchas cosas en el medio, pero después de ese diálogo seguí el tema a través de Internet y Entornus. García llamaba “Entornus” a lo que la prensa describía como entorno, y le daba una entidad propia. No se equivocaba, Entornus (en la forma de una fauna variopinta) me llamaba a mí buscando información y también me anoticiaba de diversas novedades, a veces equivocadas —Entornus es un espécimen trastornado—. Un mes más tarde, me invitan a un canal de televisión a hablar sobre la situación de Charly. Como siempre, dije lo que pensaba, y al rato me llamó Fernando, un amigo de Charly que había devenido en manager, diciéndome que le había gustado mucho lo que había dicho y orientándome sobre pasos legales a seguir para poder visitar a Charly. Sería muy largo aunque divertido de explicar lo que vino después, pero dos meses más tarde, cuando Charly ya había sido dado de alta, vuelto a internar, y dado de alta otra vez, recibí autorización de la justicia para finalmente poder ir a celebrar su cumpleaños número cincuenta y siete en su nuevo lugar de residencia: la chacra del cantante Palito Ortega.

¿Cómo hace alguien para entrar desapercibido en un lugar en el que la prensa está apostada en la entrada esperando filmar al que llegue? Simple: no baja el vidrio de la ventanilla del auto. No fui solo, sino que llevé una señorita a la que Charly quería ver, pero que no estaba autorizada por la justicia. Éramos diez personas, más Palito Ortega que nos agasajó con un asado exquisito y su calidez habitual. La aparición de Charly fue conmovedora y pareció un golpe de efecto, aunque no lo fue; yo iba preparado mentalmente para lo peor, pero verlo avanzar con tanta dificultad aferrado al brazo de una enfermera tal vez de su edad que parecía levitar, hinchado de corticoides, con una ropa que le quedaba demasiado holgada, me quebró. ¿Manifestó sorpresa al verme? Era imposible distinguir algún gesto en ese hombre, al que tantas veces vi alterado y en brote psicótico, que se había convertido en un anciano prematuro y medicado hasta la médula. “Ahora está bárbaro, no sabés lo que era antes”, me anotició uno de los pocos que estuvo con él en su periplo por las clínicas psiquiátricas. Oh, oh. Fue una fiesta con una serena alegría y sin alcohol. Y mediante un truco (una pregunta difícil sobre un ignoto grupo de rock), comprobé que detrás de todo eso había una memoria que funcionaba.

En mi segunda visita, se convino que yo fuera a verlo domingo por medio, porque nadie llegaba hasta allí ese día. Eran ochenta kilómetros: una vez lo hice tomando un micro y fue eterno y caluroso. Llegué a las tres de la tarde, con un calor digno del desierto libio. Charly estaba solo en la pileta con la señorita que yo había transportado aquella primera vez. La conversación era escueta, superficial hasta que hablamos de mi próximo libro. Eso le interesó, porque era sobre Los Beatles. Me pidió precisiones sobre el caso Ringo Starr, que había transitado una senda parecida a la suya: a medida que se ahondaba su afición por el alcohol y la cocaína, sus discos decaían, y solo trabajaba de “ex-Beatle”; ya nadie quería al artista Ringo Starr porque no existía. Un día despertó en el suelo y encontró a su mujer ensangrentada: un bastardo la había molido a palos. Ringo clamó venganza, pero el bastardo era él. No recordaba esa paliza. Junto con su mujer, compañera en el desastre tóxico, buscaron ayuda, la encontraron, se aferraron a ella, y los dos se recuperaron. Ringo estuvo un tiempo catatónico, pero después volvió a hacer buenos discos y a vivir una vida normal. Y no tomó una gota más de alcohol.

Charly después quiso saber sobre el caso de Eric Clapton. Y continué contándole ese, y el de otras estrellas del rock. Yo estudié todo lo que pude ese tema, justamente por Charly: cuando escribí el libro en los 90, busqué desesperadamente la forma de ayudarlo. Llegué a pedirle consejo a Steven Tyler de Aerosmith, que se mostró muy solidario y hasta hizo averiguaciones para ir a visitarlo después de nuestra conversación, cuando García atravesaba la segunda de sus internaciones. Charly se enteró, se excitó y le escribió una carta, la que hizo que Tyler olvidara por completo el tema. Pero en Luján, al borde de la pileta, Charly me confesó que quería saber sobre estos casos porque se preguntaba cómo sería el suyo.

— No tiene por qué ser diferente al de la mayoría: se recuperaron y no volvieron a consumir —le dije con la mayor naturalidad que pude.
— Sí, pero yo no me veo no tomando nada en el futuro —me respondió con sinceridad.
— ¡Pero eso fue lo que te trajo aquí! —le exclamé.
— A mí, nunca nadie me dijo que fuera un adicto —se mantuvo firme en su posición.

El poder de la negación puede ser muy fuerte, y García es lo suficientemente inteligente como para saberlo y utilizarlo en su favor. La discusión que sobrevino no fue muy larga, porque él la zanjó zambulléndose en la pileta después de decir que “ya había escuchado demasiado”. Recordé la carta que Charly le escribió a Steven Tyler que terminó por desalentarlo de su visita, y de algún modo me sentí en la misma situación. Si después de pasar por tres hospitales y dos clínicas, en un viaje que haría que el mismísimo purgatorio fuese apenas una montaña rusa, García quería seguir sin entender cuál era su verdadera situación, era evidente que nada de lo que nadie pudiera decirle o hacerle podría hacer que cambiase de opinión. Lo diferente, en esta ocasión, fue que intervino la Justicia y estableció una curatela que lo privó de libertad de movimientos, reuniones y protegió su patrimonio. De sí mismo, y de terceros. Pero eso no podía ser eterno. Ese período de férreo control es el que yo denomino la era del hielo: García congelado, preservado para un futuro imperfecto.

Yo también tuve mi propia la era del hielo con Charly. Y continúa hasta hoy. Desde mi cubículo de agua congelada observo cómo la corriente me lleva inevitablemente hacia él. Aparece alguien y me cuenta algo; por la calle me encuentro con otra persona que me completa y aumenta el relato anterior; un periodista me consulta sobre Mecha, su novia de veintitrés años, que ha pasado a jugar un papel central en esta historia. Yo la conocí en una visita a Luján, cuando ella reemplazó a la inquilina anterior. Charly siempre busca guarecerse mediante un escudo femenino; diez años atrás, era otra chica, siempre mucho menor, que no lo acepta del todo y que se siente esclavizada, pero no con la suficiente convicción como para poner los puntos sobre las íes. Mecha, me cuentan, es diferente: es quien maneja la botonera. Es inteligente, muy ambiciosa, y no le teme a nada. Ya le dijo a la prensa que “le gustaría tener hijos con Charly”. Me pregunto si habrá algún espermatozoide que haya resistido tantos años de embate. Se comenta que la renuncia del manager de Charly García, a comienzos de 2011, tuvo algo que ver con ella, y con una botella de whisky que el manager no quiso comprar. Hilda Lizarazu, su corista, también renunció, pero porque tenía una carrera propia y una hija que atender. Su reemplazante no pudo estar mejor escogida: es Rosario Ortega, la hija de Palito. Muchos fans la denostaron de entrada, pero yo la escuché en otros ámbitos y sé que tiene un talento real. Hilda misma la recomendó.

El rechazo a Rosario es simplemente uno de los tantos campos de batalla donde se dirime una guerra en torno a García, a la que él es ajeno, y que pertenece a los fans. Cuando Charly reapareció en público, las aguas se dividieron entre aquellos que celebraban su recuperación, y los que sostenían que debía volver a drogarse, porque ese ser gordo, que avanza como si se hubieran olvidado de sacarle el freno de mano, que canta como el Pato Lucas relleno de algodón para pasar por un pato disecado en la vitrina de trofeos de Elmer Food, que toca como por reflejo pavloviano, ese no es Charly García.

Recibo un mail de Joe Blaney, el productor neoyorquino que produjo algunos de sus mejores álbumes (Clics Modernos, Piano Bar, Parte De La Religión, también trabajó para Andrés Calamaro y Fito & Fitipaldis), en el que me cuenta que ha visto algún video de Charly: “He lost the sparkle”, diagnostica. Es eso lo que la gente extraña; hoy García tiene una banda que suena bien en serio, él puede terminar los shows, ya no hay desmanes y todo parece bajo control. Pero no se puede disimular la falta de esa chispa genial que hace de Charly un artista genial, aun en la peor de las situaciones. Y todo el mundo piensa que es la droga. Una que lo atonta y otra que parece darle filo, locura, pero al mismo tiempo le pulveriza el talento.

Entonces, existe un problema. Si Charly drogado es una amenaza pública, y Charly sano es un artista sin brillo, ¿qué hacer? ¿Y por qué todos me miran a mí como si tuviera alguna respuesta? Mi era del hielo prosigue. Comenzó hace un año y medio, cuando hubo un desaire. Al acercarse su show reaparición en el estadio de Vélez, en Buenos Aires, García comenzó a otorgar entrevistas de promoción a los diferentes medios. Yo estaba en la sala cuando llegó el periodista de Clarín. Estuve sentado al lado del director de la Rolling Stone de Argentina en otro ensayo. Al ver el movimiento, decidí ponerme en la fila como uno más, y solicité una entrevista para el diario Crítica, de alcance nacional. Me dijeron que no. El manager afirmó que Charly no quería. ¿Verdad o mentira? ¿Por qué no querría el manager darme esa nota, si él mismo fue el que me convocó para que volviera a acercarme? ¿Por qué no querría Charly dialogar conmigo durante una hora, si estaba conversando con extraños, que no lo han visto en pelotas y exaltado aullándole a la luna como yo? ¿Por qué no, si soy el que más lo ha protegido y lo ha hecho quedar bien en reportajes cuando lo suyo era un balbuceo ininteligible? Eran tiempos de ensayos para la vuelta. ¿Quién había armado una lista tentativa para el show? ¿Quién había grabado todas esas canciones para que los músicos las aprendieran? ¿Quién se había tomado la molestia de ir a Luján, para quedarse cuatro horas mirando el History Channel, o para darle charla en la pileta esos domingos en que todos se tomaban franco de él? Y no cobré ni un penique: lo hice por cariño.

Mis sospechas se iniciaron el día en que entregué esos CD con el repertorio de Charly. El manager no pudo venir y mandó un auto a recogerlos. El auto venía con Charly adentro. Fue incapaz de bajar a saludar, de dar gracias siquiera, de mover su culo ancestral acostumbrado a que el mundo vaya hacia él. Pero uno piensa, “pobre… esas pastillas lo tienen apabullado”, y elude al chofer que intenta cumplir el trámite por él, va al auto, le da un beso y los CD, y lo deja partir sin demorarlo, salvo por ese microsegundo en el que le veo la culpa en los ojos. Después, vino la negativa por esa nota. No pedí ningún privilegio: tan solo ser tratado como un periodista profesional. Ni siquiera como su biógrafo, o como su amigo. Decidí alejarme: él no iba a notarlo. Pero tenía que avisarle a los fans, y lo hice desde mi blog. No conté pormenores, pero se armó un lío de órdago (restringido, mayormente, a internet). El manager me demandó explicaciones, se las dí en un Starbucks, pero le dije que ya no me interesaba volver a verlo, ni hacer la puta entrevista, ni nada. Solo pedí entradas para ese show, el veintitrés de octubre de 2009, conocido como “El Concierto Subacuático”. Me invitaron a otros shows posteriores. No fui.

Y la marea que insiste, insiste, insiste… Pocas noches atrás pesqué un link con su último show, el veinticuatro de febrero de 2011, en la “Fiesta del Sol” de la provincia de San Juan. Lo vi mejor, menos abotagado, más dinámico, más caótico también, divagando y haciendo chistes repetidos, sin gracia, ni timing. Al igual que en un show anterior en Punta del Este, los medios comentaron “su energía”. La banda suena con gran oficio. Rosario todavía no le encuentra bien la vuelta a los coros de las canciones, pero es algo normal y se corrige con el tiempo y los shows. A Charly en cambio, se lo ve animado, pero todavía como sedado. La era del hielo suya parece haber terminado y se percibe claramente el derretimiento de sus facultades aletargadas; si en Punta del Este se lo ve “despierto”, en el show de San Juan hasta canta bien. Todavía le falta, pero parece ir por buen camino. Me alegro por él y también por mí: cuando está bien, yo disfruto.

Recibo un mail de un fan que me cuenta una situación en Punta del Este. Menciona un nombre que no estaba en el entorno desde hacía mucho: no pudo haberlo inventado. En una reunión alguien confirma lo que el mail me informaba. Y no existe la menor conexión entre ambas fuentes, por lo que deduzco que es verdad. Me viene una letra de Charly a la cabeza: “Yo no sé bien qué es, vos dirás, son intuiciones: verdaderas alertas”. Hoy recibo la invitación de un fotógrafo de un medio muy popular a una muestra que hará sobre Charly García. “Yo no voy a correr ni a escapar de mi destino”: otro fragmento que atraviesa mi mente. Recuerdo el mail, la reunión, el dinamismo recuperado, el hielo derretido y ato cabos. “Lo que fue hermoso será horrible después”, me sale al camino otra canción. Decido ir a esa muestra fotográfica.

¿Y si me encuentro con Charly? Le cantaré una de sus canciones: “No tengo nada que decirte, solo: hola, ¿cómo estás? Yo se que nada va a pasarme: solo el viento”. Espero que eso no afecte mi era del hielo.

Por mi bien.

Fuente: Orsai 2

ROCK & MOVIE

Publicado: 3 de May, 2012 en Cinema-tron, Músicas
9 SONGS

De Michael Winterbottom, con Kieran O’Brian y Margo Stilley. El director de 24 Hours Party People regresa con una historia de amor y sexo (casi) explícito: una pareja que se conoce en un recital de Black Rebel Motorcycle Club y mata el tiempo entre shows de sus bandas favoritas a puro revolcón (¿o será al revés?). La pareja tienen buen gusto musical, igual que Winterbottom: hay imágenes de Primal Scream, Franz Ferdinand, Super Furry Animals, The Von Bondies, Elbow y los Dandy Warhols.

WHITE STRIPES: UNDER BLACKPOOL LIGHTS

De Dick Carruthers. “Estoy en el lugar correcto en el momento equivocado: así me siento cada día”, dice Jack White antes de entregar una electrizante versión de «Jolene», de Dolly Parton. El cantante y guitarrista, y su ex esposa (¿y actual hermana?) Meg fueron capturados en Súper 8 en su concierto en The Empress Ballroom de Blackpool, Inglaterra. Y de eso se trata la película, ni más ni menos: 80 minutos del mejor retro rock que hay en la calle.

AMAZING GRACE: JEFF BUCKLEY

De Nyla Adams y Laurie Trombley En 1997, a Jeff Buckley se le ocurrió meterse a nadar al Mississippi y terminó en tragedia. Para entonces, el cantante apenas tenía un disco publicado y tocaba en pequeños y anónimos bares. Sin embargo, se convirtió en leyenda, en especial por su voz (con un rango de ocho octavas) y por su influencia sobre colegas como Thom Yorke y Chris Martin. Este documental explora el mito, acrecentado por el hecho de que Jeff era hijo de Tim Buckley, bardo trágico de los ‘60.

DIG!

De Ondi Timoner En 1996, The Brian Jonestown Massacre y The Dandy Warhols eran dos bandas ascendentes dentro del mercado inglés. A los últimos les fue moderadamente bien; a los primeros, absolutamente mal. Esta película, editada a partir de 1500 horas de rodaje, sigue el derrotero de las dos bandas y muestra desde adentro el despiadado mundo del rock business.

WHAT’S HAPPENING! THE BEATLES IN THE USA

De Albert y David Maysles Los hermanos Maysles pusieron su cámara para registrar la explosión de la beatlemanía en los Estados Unidos de 1964. Un relato en tiempo presente, fundamental para comprender cómo se veía entonces la reacción a los Fab 4.

GIMME SHELTER

De Albert y David Maysles. El concierto de los Rolling Stones en Altamont suele verse como el final de la inocencia del flower power y el hippismo. Jagger, Richards y compañía tuvieron la desafortunada idea de contratar a los Hell’s Angels como seguridad y el resultado fue una persona apuñalada. Y esta película lo registra todo.

DIE ANTWOORD: RAPEANDO EN AFRIKAANS

Publicado: 1 de May, 2012 en Músicas
Son violentos, hablan de gangsters, de opresión, de los paganismos de su región y del dominio cultural. Son la basura blanca más podrida de la música sudafricana y el continente africano.

La progeria es una condición genética extremadamente rara, que afecta en promedio a uno de cada 8 millones de recién nacidos. También conocida como Síndrome de Hutchinson-Gilford, se caracteriza por generar envejecimiento prematuro y afectar el desarrollo de huesos, músculos y órganos, además de ser fatal e incurable. Trece años es la edad promedio que alcanzan quienes la sufren. No obstante, muchos han llegado a cumplir 21. Sólo uno llegó a los 26, y falleció al día siguiente de su cumpleaños: Leon Botha. Este artista gráfico era DJ sudafricano y colaboraba habitualmente con Die Antwoord. Su imagen se popularizó mundialmente cuando protagonizó el video de la canción Enter The Ninja, de esta compleja agrupación.

El desconcierto que provoca este grupo de Ciudad del Cabo (que jamás será editado, supongo, en el medio local), es tal que existe un documental de una hora de un detractor que argumenta acerca de Evil Boy como un video satánico. A propósito, Evil Boy es una fábula infernal épica de Die Antwoord: la lolita del Averno Yo-Landi Vi$$er, vestida con un enterizo de ratas blancas, realiza un ritual sanguinario sobre un Ken-de-Barbie, mientras Ninja, el intrépido capitán de este naufragio, lanza su flow desquiciado y el rapero sudafricano Wanga, de la sanguinaria tribu Xhosa, menea su pene circunciso al frente de la figura mitológica local compuesta por un demonio violador con un falo sumamente grande. Todo entre medio de pichulas de hule incontrolables, movimientos epilépticos y una de las canciones más deformes, irritantes y graciosas del pop de este milenio.

Tienen dos discos: $0$ y Ten$ion. Acumulan más de 300 millones de vistas de sus numerosos videos –como el adolescente Zef Side, el perturbador I Funk U Freeky y el estreno Fok Julle Naaiers–. El New York Times definió su música como “una bizarreada brillante”. Hace tiempo rompieron contrato con Interscope, que les pagó un millón de dólares, por no estar de acuerdo con sus imposiciones. “Esto es Zef. Zef significa haz las cosas como mierda quieras”, definió Ninja en una entrevista. Se trata de Waddy Jones, rapero de la escena electrónica sudafricana que realizó dos discos como solista (Memoirs Of A Clone y The Fantastic Kill), una novela gráfica junto a DJ’s del área y el grupo MaxNormal.TV, un combo de hip-hop de mediados de la década pasada que incluía a la rubia raquítica de look pornocyberpunk Yo-Landi y al DJ con sobrepeso Hi-Tek, miembros estables de este trío del que son fanáticos los geniales directores David Lynch y David Fincher.

 

Die Antwoord (“La Respuesta” en afrikaans) es una banda absolutamente perturbadora de la que no es posible salir inmaculado. Una fusión entre el pop naïf de Acqua, el gangsta rap y el morbo de un Marilyn Manson más aterrador, con la arrechura de los Prodigy y cierta onda a freak shown con evidentes desórdenes alimenticios y profundos trastornos mentales. Son el extremo lado B de cualquier producción audiovisual presentada en torno de la música; tienen una estética que parece el encuentro de los cuentos de Lovecraft con los gangbangs porno, los videos teen pop y los contenidos insoportables del sitio rotten.com. Son violentos, hablan de gangsters, de penes (muchísimo de penes), de opresión, de los paganismos de su región y del dominio cultural. Son la basura blanca más podrida de la música sudafricana y del continente africano.

Puede que en el futuro las portadas de los álbumes desaparezcan debido a los nuevos formatos digitales o que se conviertan en un mero acompañamiento de escasa relevancia. Pero durante las décadas en que el álbum ha tenido un formato tangible, el arte visual que envuelve la obra sonora ha sido un elemento fundamental en la música. La portada como representación musical del contenido sonoro ha servido a los músicos como tarjeta de presentación. Y como era de esperar, los grupos más transgresores han utilizado este recurso de equivalencias para llamar la atención de los consumidores y avisarles con ello que dentro encontrarán una obra musical tan contundente como lo es visualmente su portada.

La lista de portadas censuradas es interminable, pero nosotros nos queremos centrar sólo en aquellas históricamente más transgresoras. Los Beatles fueron los primeros en provocar a sus fans con una fotografía escabrosa. Un hecho incomprensible teniendo en cuenta que en su interior habían canciones tan amables como Let It Be. Desde entonces ha sido mucha la sangre y la barbaridad que han acompañado a los álbumes de todo tipo de géneros musicales. No obstante el metal sin duda es quien ha hurgado más en la llaga con portadas a veces terriblemente retorcidas.

Muchas son las portadas extremas pero no tantas las que han destacado por su singularidad. Para realizar este ranking hemos valorado básicamente originalidad, aportación histórica y calidad estética. Lo hemos confeccionado después de un largo debate y alguna que otra discusión. Algunos de las portadas escaneadas forman parte de nuestra colección personal. La información de cada disco la hemos recopilado básicamente a través de Internet, pero también con la ayuda de algunos especialistas en la materia. Ahora, sin más preámbulos, les presentamos las 13 portadas de rock más extremas de la historia.

13. THE BEATLES: YESTERDAY AND TODAY (1966)

A este disco de los Beatles se le conoce como “The Butchers Album” (El Álbum de los Carniceros). Apareció poco tiempo después que John Lennon proclamara en una entrevista que los Beatles eran más grandes que Jesucristo. Esta desafortunada declaración irritó a los sectores religiosos más intransigentes. La inmediata aparición de «Yesterday And Today» aumentó aún más la crispación de los sectarios censores. La banda aparecía vistiendo batas de carniceros y envueltos con pedazos de carne cruda y muñecas mutiladas. A las pocas horas de salir a la venta se ordenó su retirada, convirtiéndose así en un preciado objeto de coleccionistas.

A pesar que hoy día su impacto ha sido superado con creces, hemos situado este disco en el número 13 por ser el gran precursor. La elección de una portada tan macabra por parte de los Beatles sigue hoy día creando desconcierto. Fíjense sino en la cara de George Harrison.

12. SCORPIONS: VIRGIN KILLER (1977)

La edición alemana del Virgin Killer de Scorpions contenía la foto de una adolescente desnuda y en una posición sugerente. Sus genitales estaban cubiertos únicamente por la grieta de un cristal haciendo con ello alusión a la pérdida de virginidad de la niña. Fue considerada inmoral por la pederastia intrínseca y sustituida por una vulgar foto de la banda.

11. SLAYER: GOD HATE US ALL (2001)

Una de las bandas más castigadas por facciones ultraconservadoras de la sociedad norteamericana, y en particular por la censura, no podía faltar en esta fiesta de la portada extrema. Me refiero a Slayer, que años atrás ya sufrió serios reveses con los diseños de Reign In Blood y «outh Of Heaven. Con God Hates Us All, Slayer dan una vuelta de tuerca y vuelven a sus viejos hábitos satánicos, con una portada que muestra una Biblia moribunda, ensangrentada y con unos clavos en forma de pentagrama invertido. Una portada que como era de esperar, no gustó en los Walmart de turno y anticipándose a la censura, esta otra portada fue hecha para disfrazar la original.

Y ya que estamos con portadas y Slayer, me gustaría mencionar el pequeño detalle de Christ Illusion; nunca antes se había visto a Teresa de Calcuta en situación tan macabra.

10. BURZUM: ASKE (1995)

Con el surgimiento del género gore en el cine, la competencia (insana) entre bandas de grindcore por ver cual de ellas sacaba la portada más grotesca e impactante se convirtió en toda una “religión”. Una tendencia que empezó con Reek Of Putrefaction (segunda en esta lista) y que giró radicalmente en 1993 con el EP Aske de la banda noruega de black metal Burzum. En esta portada (toda una declaración de intenciones) pueden verse las ruinas de la “Fantoftkirke”, una iglesia que fue incendiada por el propio cantante de la banda en 1992. No fue la primera ni la única. 22 iglesias siguieron a la Fantoftkirke, algunas que databan de épocas medievales, durante los siguientes cuatro años. Dicho sea de paso, Aske significa en noruego «cenizas»…

9. PABELLÓN PSIQUIÁTRICO: LA PRIMERA EN LA FRENTE (1987)

Escalofriante y profética portada la del grupo español Pabellón Psiquiátrico. El hombre que sostiene la metralleta es Juan Antonio Canta alias “Patuchas”, cantante del grupo y posteriormente cantautor en solitario. Autor de canciones de carácter surrealista, Canta destacó con “La Danza de los 40 Limones”, popularizada como canción del verano del ’96. Era el año 1987 y nadie podía esperar el fatal destino del protagonista de la portada. Patuchas se quitó la vida en 1996 a los 30 años de edad.

8. EXHUMED: EXHUMED (1998)

Bienvenidos al festival de las vísceras de la mano de Exhumed. En esta portada decidieron poner toda la carne en el asador: un buena escenografía gore para ambientar la audición del disco. Aunque no se trate de algo real, se tiene que destacar el arte bizarro de la portada: cabeza en el microondas y sierra mecánica en primer plano. En definitiva, una delicia para los amantes de la película Holocausto Caníbal.

7. PUNGENT STENCH: BEEN CAUGHT BUTTERING (1991)

Dos años de trámites burocráticos necesitó el fotógrafo Joel-Peter Witkin para poder acceder durante un solo día a la morgue de México DF y realizar la foto que podemos ver en la portada de Pungent Stench. De entre todos los pedazos humanos que pudo ver en la morgue, una cabeza diseccionada fue lo que más le llamó la atención. Preparó la cámara y el trípode, dispuso filtros y rollos de película, pero no halló el modo de crear una escena acorde a tal carnicería forense. Pasó el día pensando en aquella cabeza seccionada en dos partes hasta llegar a la conclusión de que “a veces los puzzles de dos piezas son lo más difíciles de resolver” y realizando una de sus obras más conocidas: “El Beso”

No ha sido sencillo seleccionar esta portada entre todo lo publicado por una banda que se siempre se ha caracterizado por el “cuidado” de sus cubiertas:

6. CANNIBAL CORPSE: BUTCHERED AT BIRTH (1991)

En el muy recomendado documental Metal: A Headbanger’s Journey nos cuentan que casi todas las portadas de Cannibal Corpse han sido censuradas. Al igual que Iron Maiden pero mucho más extremo, la banda tiene un estilo singular de ilustrar portadas muy apreciado por sus fans. El vocalista del grupo George Fisher alias “Corpsegrinder” lo argumenta así: “Es arte y así hay que mirarlo. Sí, es desagradable… pero ves al Vaticano y observa el arte que hay allí. Lo suyo es real, es algo que te puede pasar. Esto es cambio es pura ficción”.

Para confeccionar esta lista hemos elegido la portada del álbum Butchered At Birth pero nos ha resultado sumamente difícil. Cualquiera de sus portadas encaja a la perfección en este macabro lugar. Otra gran candidata era Tomb Of The Mutilated. Si quieres más información sobre su totalidad de portadas censuradas, te recomiendo ojear una recopilación de portadas de Cannibal Corpse en Taringa.

5. CHRISTIAN DEATH: SEX, DRUGS AND JESUS CHRIST (1988)

Una de las últimas portadas polémicas de Christian Death ha sido la de Pornographic Messiah, un álbum en el que aparecía Cristo fornicando en postura “doggie style”. No obstante su primer y más notable ataque iconoclasta a la figura del mesías cristiano apareció en 1988 con Sex, Drugs And Jesus Christ. Este disco albergaba una explícita fotografía de Cristo inyectándose heroína y mirando al cielo piadosamente. No hay ni que decir que fue censurada de inmediato en Estados Unidos y sustituida por otra más «suave». Sin Rozz Williams, pero con Valor Kand y Gitane Demone juntos, lanzaron Ilustraton con esta sacrílega portada del que sería uno de sus mejores discos.

4. CRIPPLE BASTARDS: ALMOST HUMAN (1999)

El grindcore de Cripple Bastards no pasará precisamente a los anales de la música extrema como algo remarcable, pero si hay algo que ha llamado la atención tanto a la crítica como al público especializado desde su debut en 1999, es la portada que hoy nos trae aquí… Un veterano de la guerra de Vietnam apuntando con un revolver a una señorita, para que ésta le practique una felación no podía faltar a nuestra lista de portadas retorcidas. El material para la confección de dicha portada fue extraído de la película “Forced Entry”, un film enmarcado dentro del género pornogore, con imágenes que no desentonarían en un documental mondo italiano y con la estética de “The Deer Hunter” de Michael Cimino pero 5 años antes (ver trailer). Considerada actualmente como un clásico de culto entre los cinéfilos más atrevidos, «Forced Entry» fue el debut en la dirección del mítico Shaun Costello con el no menos mítico Harry Reems de protagonista (el violador asesino de la portada de Cripple Bastards)… En definitiva un film extraño, underground y chocante que sorprende por estar rodado en 1972 y más aún por formar parte de este artículo de portadas.

Y ¿por qué una banda de metal mezcla porno y violencia para ilustrar su portada? Nadie como ellos para contarnos el significado: “El título “Almost Human” (casi humano) da un sentido bastante claro del significado de la portada. Es un retrato de la degradación humana, lo “primitivamente humano” es la condición actual del hombre moderno, un mundo paralelo de insensibilidad reemplazado gradualmente por la identidad verdadera de los seres humanos. Cualquiera que lea las letras de Cripple Bastards se hará una idea clara de lo que queremos decir y resolverá toda duda sobre nuestra posición a un tema tan escabroso. El contenido en “Almost Human” es un retrato de la degradación humana, la insensibilidad, y la naturalidad para ser cegados con una realidad que se explaya con el abuso, la indiferencia, la resignación y en ningún caso se trata de una apología a la violación, la violencia de género y el sexismo”.

3. BRUJERÍA: MATANDO GÜEROS (1993)

Extraída del periódico Alarma, los mejicanos de Brujería decidieron decorar la portada de su primer larga duración con esta foto. Ya habían avisado con la portada del EP Machetazos pero con esta hicieron historia. Como es evidente la portada fue censurada (tapada con un cartón negro) pero la voz ya había corrido y muchos compraron el disco para saber que música hacia un grupo con semejante brutalidad en la portada.

2. CARCASS: REEK OF PUTREFACTION (1988)

El primer disco de la banda inglesa de grindcore Carcass fue ilustrado con una portada extremadamente repulsiva. Fue Earache, su sello discográfico, quien impulso que esta cubierta fuera lo más intensa posible, y curiosamente en su posterior versión CD fue sustituida por otra mucho menos controvertida. El diseño fue encargado a la agencia Gruesome Graphics, detrás de la cual había Jeff Walker, bajista y cantante del grupo, autor también de la portada de Scum de Nappalm Death. Las fotografías que conforman este collage de carne humana fueron extraídas de revistas de medicina. Aunque todas ellas eran nauseabundas, fueron ensambladas cuidadosamente para conformar un interesante collage. En la revista «The Wire 282», Lasse Marhaug aporta una interesante descripción: “Alcanza el nivel del absurdo y la deconstrucción, más cercana a la tradición dada de Stan Brakhage, Hermann Nitsch y Damien Hirst, que al habitual sensacionalismo para adolescentes que impera en el metal”. Es interesante destacar el vegetarianismo vegano que el grupo Carcass profesaba con este álbum, cuya obra podía interpretarse como “la carne es asesinato”. Gran portada y gran disco, por cierto.

1. MAYHEM: DAWN OF THE BLACK HEARTS (1991)

La portada más macabra de la historia, aunque se trate de un disco no oficial (es un disco en vivo pirata o bootleg) merece estar en el número uno porque aparte de lo enfermo de la foto, la historia es para mearse de miedo.

El cantante de Mayhem, Dead (nombre artístico de Per Yngve Ohlin), se suicidó el año 1991 en su casa con una escopeta. El nombre Dead se debe a su gran interés por la muerte, la oscuridad y la decadencia. Era una persona tranquila e introvertida. Era conocido por enterrar su ropa semanas antes de un concierto y desenterrarlas en la noche de la tocada. De esta manera, tendría al usarla la esencia de la muerte: ropa rasgada, sucia, e infestada. Durante un viaje con Mayhem en Suecia, encontró varios cuervos muertos que recogió y almacenó en una bolsa plástico. Antes de los conciertos, Dead inhalaba la bolsa con los cuervos muertos, ya que según decía inhalaba el olor de la muerte. En varias ocasiones, Dead se cortó con cuchillos de caza y con vidrios rotos. Durante una presentación en Sarpsborg, Noruega en 1990, se cortó con una botella rota de manera tan grave que tuvo que ser llevado a un hospital por la pérdida de sangre.

El 8 de abril de 1991, el guitarrista de Mayhem, Øystein “Euronymous” Aarseth, encontró a Dead muerto, con el cuello y las muñecas cortadas y una herida de escopeta en la cabeza. La nota del suicidio que se encontró decía simplemente: “Disculpen por toda la sangre” (el baterista de Mayhen, Hellhammer, dijo más adelante que la nota era aun más detallada, incluyendo las disculpas por tener que utilizar la escopeta dentro de la casa porque el cuchillo era demasiado pequeño para acabar el trabajo). Realmente lo que Dead intentó fue cortarse el cuello y las venas para desangrarse en un bosque, pero desistió de su intento porque tardaba demasiado en morir, fue entonces cuando utilizó la escopeta para volarse la cabeza. Euronymous corrió a comprar una cámara fotográfica y tomó imágenes de la escena que se filtraron y fueron utilizadas sin autorización en el Dawn Of The Black Hearts, que contiene las grabaciones en Sarpsborg previamente mencionadas. Dicho disco fue editado por Mauricio “Bull Metal” Montoya, jefe del sello WarMasters Records (que, a propósito, también se suicidó el año 2005). La leyenda cuenta que Euronymous comió partes del cerebro de Dead e hizo collares con fragmentos de su cráneo. Su collar fue más adelante robado mientras realizaba un viaje. También se rumorea que pedazos del cráneo de Dead fueron enviados a bandas que Euronymous consideró como “dignas”, por ejemplo la banda suiza Samael. La saga continuó el año 1993 con el asesinato de Euronymous por parte de Varg Vikernes, miembro de Burzum (que ostenta la décima portada de esta antiselección), por razones aun inciertas. El disco salió al mercado con una edición limitada de 300 copias pero al día de hoy se ha editado en muchos otros países. El resultado de toda esta historia, tanto si los protagonistas fuesen los citados u otros y si los hechos fueran reales o no, tiene como resultado algo nunca visto: el disco de una banda con la imagen de su cantante muerto en la portada. Más retorcido imposible.

Desde los albores de su historia el Metal ha sufrido el clásico desprecio que provoca el miedo a lo desconocido y a lo nuevo entre las generaciones a las que este estilo les pilló algo mayores. Desde luego, la incorrección política de su estética tampoco ha ayudado, pero en esa misma actitud radica parte de su esencia. Ahora el artista Christopher Tauber ha transformado algunas de las más famosas portadas del género en dibujos para colorear perfectamente aptos para los pequeños, dando a luz verdaderas obras de arte en este libro, Mal döch mal Metal.

Iron Maiden: “Killers”

AC/DC: “Flick Of The Switch”

Manowar: “Kings Of Metal”

Megadeth: “Countdown To Extinction”

Metallica: “Master Of Puppets”

Scorpions: “Love Drive”

Desde que el primero de nuestros antepasados sintió curiosidad y salió de su caverna hacia otras cavernas entramos en el proceso de globalización. Y desde que sintió ganas de quedarse con esas otras cavernas se dio inicio al jodido imperialismo. Se puede decir que la historia ha sido siempre la misma: Romanos, Incas, Medos, Nazis, Mayas y demás, sólo que ahora la lupa de la tecnología hace todo mucho más grande y los romanos de hoy tienen todos los satélites, armas de destrucción masiva y 144 mil canales de televisión. Nada de lo que pase en estos tiempos estará libre de su influencia y ninguna explicación o análisis contemporáneo podrá ser realmente objetivo o certero. Sólo queda un interpretativo recuento de los daños.

Si se hace a conciencia se podrá observar inmediatamente la total extinción de la lógica: nos atragantamos con recursos que sabemos que se van a agotar, incurrimos en actos irreversibles contra la naturaleza y el clima, inventamos enfermedades y armas que podrían asegurar nuestro exterminio, elegimos uno tras otros a los peores gobernantes, decidimos seguir peleando, atacando, invadiendo, usurpando. Por otro lado, los valores y costumbres inculcados por la cultura líder han empezado a demostrar serias fallas: los estados engañan, el periodismo oculta, la comida mata, la medicina es adictiva, los curas meten niños bajo sus sotanas y los adolescentes ametrallan a medio colegio cada vez que pueden.

De la misma inexplicable manera gran parte de la gente que conozco dedica su vida entera a trabajos que preferirían no estar haciendo. El motivo es obvio: la plata. Porque la necesitas, porque la codicias, por que es inevitable, porque es así. La mayoría no tiene elección. Hacen lo que hacen porque si no, no comen. En el mejor de los casos el trabajo es sólo un medio que te ayuda a conseguir lo que realmente quieres y, así, eres un afortunado esclavo que trabaja de lunes a viernes como desgraciado para poder disfrutar de una merecida resaca el domingo.

Me imagino que por una cuestión instintiva asumimos todo lo que nos enseñan como cierto y lejos de cuestionarnos nada nos lanzamos a la piscina vacía con la verdad de las cosas bien memorizada: nada se hace por que te gusta sino porque significa un buen negocio. Eso es en realidad lo que importa, cuanto me van a dar, cuanto voy a tener, cuanto voy a almacenar en mis manos. Como resultado en todas y cada una de las ocupaciones a las que se dedica el hombre y la mujer, salvo la de los bomberos y otros ejemplos de altruismo, ha desaparecido el concepto de vocación.

A mi donde más me jode esta ausencia es en el arte, específicamente en la música. Hoy el mundo de la música es el negocio de la música. Lo que fue una disciplina artística es ahora una manera de hacer dinero. La música es plata. O fama (que no es más que otra forma de plata). Por un lado, la educación mediática, la única que tenemos, le dice a los jóvenes que ser un músico exitoso es ser Arjona, Shakira o Ricky Martin. Y por el otro, el nuevo sentido y provecho de la música le advierte a los hombres de negocios que esta es una manera fácil y barata de hacerse millonarios. El resultado no podría ser peor: músicos que quieren ser como Arjona, preocupados por hacer un video que venda, o tener una canción que pegue y empresarios que harán lo imposible para convertirlos en oro puro, como por ejemplo pasar sus escuetas expresiones artísticas una y otra vez por la radio, televisión y cuanto espacio, rincón y esquina haya, hasta que estemos a punto de vomitar o comprar un disco de Shakira. Y la verdad, no sé que es peor. Lo que si sé es que ambos –neomúsicos y empresarios– hace décadas trabajan incesablemente, sin pestañear. Pero no buscando como hacer mejor música sino como hacer mejor negocio y eso nos tiene CAGADAZOS. Porque por sus billeteras no sólo pasaron los Beatles y demás músicos de fama mundial. Pasaron y pasarán artistas que creías sólo tuyos, como Luca Prodan, leyendas que jamás se vendieron como Bob Marley, astutos contraculturosos como Marilyn Manson y hasta la música folklórica y vernacular que en forma de reggaeton o huayno postmodernista cae en manos de Gianmarcos y Alejandros Saens.

Tal vez, debido a que el arte es una necesidad secundaria, no sientas que esto del desempeño sin vocación es una catástrofe. Permíteme utilizar un ejemplo más urgente: TU salud. Al igual que sus compinches del negocio de la música, los hombres de blanco (o mejor dicho, de negro) del negocio de la salud han estado trabajando incasablemente, no para conseguir curarte de tus enfermedades sino encontrando la manera más efectiva y rápida de sacarte bien o secarte bien, más bien. Por eso ofrecen paliativos en vez de soluciones. Para estos señores ninguna enfermedad es buena cuando se acaba. Laboratorios y hospitales están en constante conspiración contra TU salud, escatimando con las reales soluciones a tus problemas. De la misma manera te aseguro que la gran mayoría de médicos que ahora ejercen estudiaron medicina y se hicieron médicos básicamente por la misma razón: la ficha, el mercedez, el depa. Sin médicos que quieran realmente servir y ayudar al prójimo seguiremos teniendo postas donde la gente se muere porque no hay quien los atienda porque todos los practicantes están en la cabina chateando porque en realidad no les importa, y con jefes como los que tienen moviendo las industrias seguirán existiendo pepas que te curan el hígado pero te destrozan el bobo u hospitales que se niegan a atender emergencias porque los atropellados no tienen seguro.

¿Viste? Música, salud, comida, fútbol, administración de empresas, marketing, religión. Con todo pasa lo mismo, si tienes a la gente equivocada por las razones equivocadas no puedes esperar que el resultado sea el correcto.

La ausencia de vocación ha generado una baja en la calidad de las disciplinas. Peor música, peor salud, peores gobiernos, peores seres humanos. Pero también ha generado una distorsión en el sentido y función original de las mismas. Tomemos el ejemplo del Arte. Desde tiempos inmemoriales el arte ha sido un registro emocional de los hechos. Lo que significa que si algún día descubrimos que los libros de historia se equivocan o no existen podremos recurrir al arte para entender que sentían las personas en determinada época y en determinado sitio y poder así APRENDER. En nuestro caso, el ejemplo no podría calzar mejor: casi todo lo que sabemos de nuestros antepasados y sus culturas precolombinas se lo debemos al arte. Chavín, Moche, Chachapoyas, Nazca, Paracas, etc. Incluso en épocas más recientes como la Colonia, el Virreinato o la Emancipación, el Arte sigue siendo una de las fuentes más consultadas por los historiadores.

La historia nos dice qué paso. El Arte, que sintió la gente cuando esto pasaba. Eso hasta ahora. En estos bíblicos días tenemos a nuestros muchachos tan absortos en el tema de cómo llegar a la cima, al video ganador, al hit del verano, que ya nadie toca o canta sobre lo que realmente esta pasando, sobre lo que realmente nos importa o nos debería importar. La música ha perdido esa función. Los temas que una y otra vez escupe la radio son universalmente melódicos e infaliblemente rítmicos pero no dicen absolutamente nada de nada. ¿Y así lo dijeran, a quienes se lo estarían diciendo? Cómo la música ya no cumple una función relevante, su sentido se ha vuelto superficial para nosotros. Ahora escuchamos música para bailar, para sentirnos enamorados, recordados, todas cosas muy bonitas pero minúsculas para las tremendas capacidades culturales de la música. Tanto es así que el consumo de música, un acto históricamente grupal, se ha vuelto individual. No hay nada que compartir entre los sudorosos miembros de esa masa que lo único que quiere es olvidarse que es masa mientras baila el Waka Waka. Ningún código, ningún mensaje, ningún aprendizaje pues ya no escuchamos música para entendernos sino para entretenernos. Triste verdad.

Me aterra pensar que después de una hecatombe nuclear (una rabieta de la madre naturaleza o cualquiera que sea nuestro fin) la nueva gente quiera reconstruir nuestro pasado y basándose en el arte popular contemporáneo determine que TODO NOS PARECÍA BONITO y que la estábamos pasando recontra ASEREJE-JA-JE-JE.

Cabe la posibilidad, sin embargo, de que eso sea justamente lo que este pasando. Que llevados a un abismo cultural, educados sin ética ni principios, crecidos y forjados en un desierto moral, los jóvenes de hoy prefieran entregarse por completo al vacío vacilón, a la noche superficial que se cierne sobre nuestra cultura. Sin pensar en nadie ni nadies. Sin sentirse parte de nada. Sólo fantasmas con sueldos, carros y algo que hacer el fin de semana. Tal vez en nuestra sangre esta echada a la suerte de una manada que corre sin control hacia su propio exterminio.

O tal vez somos más instintivos de lo que la razón cree y sospechamos con las manos y los pies que en la próxima esquina se acaba todo. Presentimos en el cielo y sus colores que estos son nuestros últimos pasos. Nada de esperanza, muerte en cualquier cosa que se mueva. El ser humano sabe que sólo le queda vacilar. ¿Que harías si supieras que el mundo se acaba mañana? Lo mismo que los millones y millones de cerebros adolescentes que se fríen a la MTV todos los días porque para concha éramos un culo y ahora somos más. Cualquiera de las dos teorías, nuestro fin o el fin del mundo, viene a dar lo mismo. Panorama horripilante que plantea un deterioro y erosión cada vez mayor de nuestras culturas tradicionales a cambio de un Kentuky Fried Chicken en la esquina de tu casa o un Blackberry con Facebook perpetuo.

Yo personalmente prefiero pensar que NO. Que NI CAGANDO. Que las cosas aún pueden cambiar. Que nosotros aún podemos cambiar. Entendiendo lo que nos pasa, aprendiendo de lo que nos pasa.

Entonces, espero.

«BLOW» DE DAWN GOLDEN AND ROSY CROSS

Publicado: 1 de agosto, 2011 en Músicas

Acabo de escuchar el EP «Blow» de Dawn Golden and Rosy Cross y me parece haber sido golpeado por una excelente cantidad de trabajo electro-acústico. El material perfecto para la resaca y la perseguidora de los domingos por la tarde que aparecen desde el caos de la noche anterior y muy temprano por la mañana antes que la juerga acabe de pasar. A mi lado está un amigo que está totalmente de acuerdo, a pesar que él acaba de regresar de una reunión de metaleros con sus antiguos compañeros de colegio. El EP «Blow» es perfecto para esta tarde y más.

El flujo de ensueño, ya sea electrónico ya sea acústico, que emite este EP (por cierto, es el debut de los Dawn Golden and Rosy Cross) es cautivante por decir lo menos. Les advierto que este conjunto musical de tambores rústicos, donde se escurre el piano y la voz es de un verdadero cuento de hadas, causa una suerte de sedación severa o estimulación en función de su carácter. Es muy terapéutico. Para ser realmente honesto, me resulta muy difícil de escribir esto (y no solamente porque no suelo escribir críticas musicales) dado que mi mente está maravillada de manera continua en otra parte. La canción que da título al EP  me ha causado ese efecto.

Un amanecer temprano por la mañana es la imagen que trae a mi mente la pista «Lamont». Animales bostezando al mismo tiempo que los primeros rayos del sol llegan a sus ojos cerrados. Niños levantándose antes que los padres. Personas que viven sus vidas cotidianas. Escuchar los espectaculares tracks «White Sun» y «Black Sun» hacen que cuestione mi salud mental, porque sigo pensando en cosas que no vienen para nada al caso. Acabo de diagnosticarme mi propio TDA (Trastorno por Déficit de Atención), que aparecerá solamente cuando escucho este EP. Maravillosamente relajante. Como unos Nine Inch Nails instrumentales pero sin ira mostrando, sutilmente, verdades que se hallaban debajo de la música en si. Es como un monólogo interior cuyo tema es la gente que observa a la gente. Una potente banda-sonora-de-nuestras-vidas.

Dexter Tortoriello es el hombre detrás de esta deliciosa colección de agradable ruido. Se encuentra trabajando en diversos proyectos (googleen y ahórrenme el trabajo) y es, sin duda, un hombre sumamente talentoso al que deberemos seguir atentamente en los próximos años. Su proyecto en el EP «Blow» es otro buen ejemplo de un estilo musical diferente, que puede sobresalir con particular éxito.

El EP «Blow» de los Dawn Golden and Rosy Cross está afuera ahora, por favor, salgan y búsquenlo.