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Qué divertido es jugar con el YouTube, ¿verdad? Se pasa uno ahí días y noches enteras buscando la canción de Mazinger Z que le marcó de por vida, el vídeo viral de moda de esta semana o subiendo sus videoperformances caseras con la esperanza de que algún cazador trastornado de trendings topics lo descubra y pueda malgastar el resto de su vida alardeando ser un autor multimedia. Acéptenlo, es el pan electrónico de cada día.

Pues así andaba yo un día, deambulando por el YouTube en vez de limpiar el baño o escribir para el blog, cuando se me ocurrió buscar mis vídeos musicales favoritos, esos que me habían marcado como persona y como proyecto de tipo friki que no tiene ya nada de qué hablar con sus semejantes. Antes de que mis neuronas llegaran a algún tipo de decisión consensuada, mis dedos por su lado ya estaban escribiendo las palabras mágicas: «21st Century Boy, Sigue Sigue Sputnik«.

Si queda por ahí alguien al que se le active alguna conexión nerviosa después de leer ese extravagante nombre (para mí, uno de los mejores de la historia del rock, sacado de una banda callejera de Moscú mencionada en el International Herald Tribune, que global todo) recordará vagamente a unos tipos raros con ropa interior en la cabeza, protectores de kickboxing encima de pantalones de látex y los mohawks más altos y oxigenados que uno pueda imaginarse, el kitsch glam extremo hecho vídeo (exceptuando al guitarrista Neal X cuando iba de traje y corbata de brillantes hecho un anís, digno heredero del primer Little Richard). En fin, los ochenta en su máxima expresión, aquellos ochenta que todo el mundo vuelve  a amar gracias a las series de Netflix pero que yo recuerdo con un irresistible aroma retrofuturista a plastic age.

«El secreto de la genialidad de Sigue Sigue Sputnik: tres acordes, sintetizadores de un millón de dólares, poner a la gente de los nervios».

Libreto interior de Dress for Excess

SSS era la criatura de Tony James, antiguo cerebro junto a Billy Idol de Generation X, el grupo inventor, con perdón de los Buzzcocks, del pop punk. Una vez marchado Idol a disfrutar de la vida loca rockera de Los Ángeles (o sea, atiborrarse de mujeres y drogas), Tony, cerebro privilegiado y visionario, después de atiborrarse de discos de los iluminados del tecno-punk Suicide, puso las neuronas a trabajar para crear el grupo definitivo, la banda más grande que habría visto la Tierra, un monstruo multimedia que daría forma al futuro, el Producto Definitivo, la quinta generación del rock and roll (todavía no sé cuáles fueron las cuatro anteriores, pero bueno).

De acuerdo con la tendencia imperante desde las últimas décadas del siglo pasado, la imagen y sobrecarga de estímulos visuales serían la parte fundamental del concepto, Tony no se amilanaba en afirmar que «la música no es más que la banda sonora de los vídeos». Así, decidió que SSS sería un grupo de superhéroes glam que vivirían en un mundo a medio camino entre como se imaginaba el futuro en los ochenta y la película porno de lujo: contaminación visual de anuncios, vídeos, fragmentos de películas y pantallas de televisor por todas partes, la omnipresencia de tecnología rozando el tecnofetichismo (es agradable ver en vídeos del año 1986 la fascinación que tenían por Japón, jugueteando con teléfonos celulares, cámaras de vídeo, minitelevisores, minirreproductores de audio o lamiendo un cd), gráficos computarizados de ocho bits, la ultraviolencia de mentira, la descontextualización de icónicos símbolos políticos (la hoz y martillo que lucía Neal en su guitarra, la apología irónica del capitalismo futurista), la guerra fría, la proliferación de las armas nucleares y la reaganiana fascinación por las armas de gran calibre como metáforas de pulsiones sexuales reprimidas (sencillamente alucinante, ni Ballard, la memorable la portada del single de Sex Boom Boogie: una ristra de consoladores que a primera vista asemejan un cargador de fusil). El cine basura de todo un John Waters, la ciencia ficción (desde la recurrente Blade Runner hasta los cómics de American Flagg! de Howard Chaykin), y el libre mercado entendido como arma subversiva en buenas, o mejor dicho, malas manos (en la Sputnik Corporation cabían proyectos multimedia desde el canal de TV hasta la ropa, los juegos de computadora, el cine, la inversión inmobiliaria, los zapatos de taco aguja para hombres, en fin, de todo). Y como cerecita la siempre imprescindible manipulación mediática que tan buenos resultados les había dado a los Sex Pistols unos años antes. Se puso en marcha una demencial campaña publicitaria en la que James no dudaba en declarar que su intención era desplumar a todo el mundo con un grupo de seudo artistas incapaces de tocar ni una nota; «puedes enseñar a cualquiera a tocar la batería, pero no puedes enseñarle a ser una estrella». Con fantasmadas como ésta se ganaron el creciente resentimiento de la crítica más seria y un contrato por un millón de libras con EMI sin tener apenas cuarto y mitad de canciones preparadas, pero sí un par de años de inmersión en las raíces del rockabilly, ensayando únicamente canciones de Elvis y Eddie Cochran.

«El placer es nuestro negocio».

Inserto publicitario de la Sputnik Corp en Flaunt It!

Esa locura publicitaria era, en esencia, SSS; vivir todas las fantasías del rock pero al máximo («No escuchar acompañado de un adulto» rezaba una de las múltiples sentencias que plagaban el libreto del primer disco). Disfrutar de las drogas más selectas, el champán más caro, la tecnología más de vanguardia, los hoteles más exclusivos, los clubes más de moda, las limusinas más largas, el sexo de todo género y manera, mientras la Sputnik Corp. se encargaba de todo. El objetivo era destilar irónicamente la esencia del rock y el pop como hijos que son del capitalismo optimista de los cincuenta pero trasladados al sueño de los años ochenta; revolcarte sin pudor en el hedonismo en todo su exceso porque sabes que, en cualquier momento los misiles nucleares podrían estar surcando el aire. SSS venían a ser a su época lo que el porno al sexo, una fantasía salida de contexto que no tiene absolutamente nada que ver con la realidad, lujosísima y colorida, donde nadie es feo ni torpe, todo el mundo es elegante, fashion y divertido. Una fantasía donde traer de una vez a la realidad ese futuro imaginado que nunca acaba de llegar, perfecto, brillante, pulido y penetrante como un consolador lubricado. Y a mí no me importaría pasarme tres semanitas de vacaciones ahí en la Cúpula del Placer…

«Dentro de cien años entro en un club y Elvis está tocando rock and roll de tres acordes en un increíble equipo de alta tecnología. ¡¡¡Así es como quiero sonar!!!»

Libreto interior de Dress for Excess.

Y la cosa suena como un golpe de rockabilly de los años cincuenta entremezclado con Suicide, Cramps, T-Rex y unos New York Dolls en clave Mad Max. El bajo computarizado de una sola nota de Tony (aquel omnipresente chacachacachacachaca) es la guía para una batería doble que suena como un par de robots japoneses aporréandose mecánicamente. Sobre este paisaje rítmico post industrial llamean los riffs glam de Neal X, como explosiones de naves enemigas en una versión hipertecnológica de Space Invaders. Finalmente Martin Degville escupe frases cortas, absurdas e imperiosas como eslóganes publicitarios, algo así como un Bowie transexual camp atiborrado de poppers con su voz distorsionada a base de overdubs, reverbs, ecos y todos los efectos que existan en un estudio. Todo esto pasado por el tamiz de los sintetizadores de Yana Ya Ya; omnipresentes samples de música clásica y películas que iban desde La Naranja Mecánica hasta Harry el Sucio y Terminator pasando por El Precio del Poder o Rollerball. El rock and roll del futuro, la sensación de estar conectado con un cable neuronal a la red abrasándose el cerebro con información pura. El puto caos, en suma.

Eso era Flaunt It!, el impactante debut en el que todas las canciones suenan casi igual, una desquiciada sobrecarga de estímulos e información, el primer y casi único disco que se puede calificar de auténticamente cyberpunk (este disco no es sobre cyberpunk, no va de cyberpunk, no se autocalifica de cyberpunk, ES CYBERPUNK). Con aquellas letras sin sentido ninguno que manejaban la técnica del eslogan publicitario pervirtiendo su sentido original para convertirlas en propaganda y apología de la destrucción masiva, ultraviolencia, juegos de computadora, terminators, ciencia ficción, chicas Atari, sexo transexual… Con el añadido de que entre canción y canción habían incluido anuncios (L’Oréal, la revista iD, la efímera estación de televisión pirata NeTWork 21 y la tienda londinense de ropa Pure Sex se mezclan con publicidades ficticias de la Sputnik Corp y el Sigue Sigue Sputnik Computer Game) pero que le dan al conjunto un aspecto de artefacto proveniente de un futuro alternativo donde reina un capitalismo gobernado por consejos de administración en los que implacables T1000 toman las decisiones. El producto (nunca mejor dicho) es rematado por una preciosa portada remedo de la caja de un robot japonés de juguete y un abigarrado libreto plagado de parafernalia japonesa, fichas de los ídolos, publicidad, fragmentos de letras, ubicuos eslóganes…, el juguete perfecto del siglo XXI.

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«El sentido del humor es siempre esencial».

Tony James en el libreto interior de Flaunt It!

Lamentablemente nadie o casi nadie entendió la posmodernísima y artística broma conceptual. Aunque Flaunt It! vendió un millón de copias, algo que no está mal, los SSS no lograron el éxito masivo necesario para convertirse en el grupo definitivo que pretendían ser; ni canal de televisión, ni compraron la EMI, ni, lamentablemente, los hombres acabaron llevando tacos aguja a excepción de Prince, ni nada de nada. Masacrados por una crítica que les tenía ganas por (aparentemente) no tomarse en serio la música, abusar del sexo y la violencia para vender y ser un grupo prefabricado (cosas que, como todos sabemos, nunca se han dado en el mundo del pop-rock) y siendo el hazmerreír de la industria por el batacazo comercial, los Sputniks tardaron dos años en crear la continuación de Flaunt It!. El segundo disco, Dress For Excess, parecía una disculpa, el eslogan central era, irónicamente, «esta vez es la música» y en la portada lucían una cita del Neuromante de William Gibson; «la calle encuentra su propio uso para las cosas» (lamentablemente Gibson, a la hora de retratar un grupo pop en sus novelas optó por el modelo U2 en vez del visionario SSS).

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Sin duda presionados por la discográfica para sonar más comerciales y variados (incluso las letras tienen algo de sentido), Tony James traicionó sus principios para facturar un disco esquizofrénico donde chiste-canciones como Success (hecho con los productores más odiados del mundo: Stock Aitken y Waterman) se dan de golpes con cortes descartados del Flaunt It! como Hey, Jayne Mansfield Superstar. A pesar de todo, no faltan las buenas canciones: Dancerama (en otra pincelada visionaria, el vídeo de esta canción es una simpática adaptación de La Jeteé de Chris Marker, el corto de culto inspirador de los 12 monos de Terry Gilliam), Boom Boom Satellite, Super Crook Blues o M*A*D (Mutual Assured Destruction), la demencial apología de la guerra nuclear como neurosis sexual (don´t get hard in my backyard), tan profética ella que debe estar sonando día y noche en los laboratorios nucleares iraníes ahora mismo (you´ll never lost a war by being too strong, and you´re never too strong when you got the bomb).

«La historia nos dará la razón».

Página web oficial del grupo.

El golpe fue definitivo. Barridos por las volubles oleadas del mundo del pop, los SSS desaparecieron y fueron olvidados, archivados como otro fenómeno de circo de aquellos locos años, mientras los más listos carroñeaban las ideas más felices e innovadoras del grupo: el montaje multimedia, el sampleo a tutiplén, la fusión de rock, tecno y disco, la ironía, hasta la parafernalia japonesa. U2 llegaron a saquear sin vergüenza el montaje que los Sputniks realizaron en el Albert Hall del 86 para su gira del ZooTV, con aquellas pantallas lanzando eslóganes al público.

A partir de ahí fue la desbandada general, acabando el pobre Tony por ganarse las lentejas como mercenario en Sisters Of Mercy. De vez en cuando surgían ecos de los antiguos Sputniks, un disco en solitario de Martin Degville, el intento de revivir el espíritu Sputnik aunado con los grupos prefabricados de chicos en el proyecto de The Next Generation (fallido disco que sólo se publicó en Japón), etc., etc. Hasta que algo tan sputnikiano como es Internet reactivó al monstruo. El rumor de fondo de los fans que habían encontrado en Internet ese lugar idóneo donde reivindicar a sus ídolos, enterneció a James, que preparó la vuelta de la banda junto a los dos compinches que aún lo acompañaban: Degville y Neal X. El resultado son dos discos de glam futurista y uno de alienígenas versiones de Elvis, cuya aparición provocó incluso la edición de un grandes éxitos por parte de EMI. Nuevos e ingeniosos eslóganes, apología del intercambio musical por Internet, coqueteos con el electro, el dance, la culture club, giras en locales pequeños que rozaban lo insignificante, la marcha de Degville, etc., etc., en fin, lo que es un grupo al que ya se le pasó el tren y corretea desesperadamente detrás de todas las modas que se ponen al alcance. Pero aunque los discos de la nueva etapa no están del todo mal y tienen alguna canción aprovechable, su trabajo ya está hecho de sobra con Flaunt It!, el brillante artefacto que debería haber quedado como una pieza única, la burla irónica a un rock and roll que ha perdido todo el glamour y la diversión, que se toma demasiado en serio a sí mismo con sus ridículas pretensiones de autenticidad en un mundo donde el mercado, la publicidad y el dinero lo son todo. Y al final, el futuro se adelantó a SSS pero ellos lo inventaron; por fin la historia les dió la razón.

La respuesta de la líder neozelandesa a la matanza de las mezquitas desafía el discurso xenófobo global

Por Gonzalo Fanjul

“Muchos de los que esta mañana se han visto directamente afectados por este tiroteo pueden ser inmigrantes en Nueva Zelanda. Pueden ser incluso refugiados, que han elegido Nueva Zelanda como su hogar. Porque este es su hogar. Ellos son nosotros. Las personas que han perpetuado esta violencia contra nosotros no lo son. No tienen lugar en Nueva Zelanda. No hay lugar entre nosotros para estos actos extraordinarios de violencia extrema y sin precedentes”.

Ellos son nosotros. Una aseveración tan simple, que la Primera Ministra neozelandesa Jacinda Arden ha martilleado en cada intervención pública desde los atentados del 15 de marzo en Christchurch, constituye en este tiempo una declaración revolucionaria. La identidad colectiva, la que establece el derecho a pertenecer a una comunidad, no está determinada por el origen o el pasaporte del individuo, sino por su capacidad de compartir valores comunes y vivir de acuerdo con ellos. “Somos una nación orgullosa de sus más de 200 etnias –dijo después–. Pero además de esa diversidad compartimos valores comunes. Y el que hoy apreciamos por encima de todos es el de la compasión”.

Nueva Zelanda lleva años nadando a contracorriente en materia de migraciones y asilo. Sus programas de movilidad temporal (que han llegado a alcanzar al 10% de la población) han demostrado que la creatividad y la capacidad de asumir riesgos puede generar modelos infinitamente mejor gobernados que los que promueven Europa y EEUU, por ejemplo. En lo que respecta a los refugiados, la PM Arden ha sido firme en la defensa de sus responsabilidades internacionales, en claro contraste con la política bully de Australia y sus campos de internamiento.

Pero lo que ha ocurrido hoy va mucho más allá y puede tener un efecto catárquico sobre la sociedad neozelandesa y el conjunto de la comunidad internacional. La bandera del #EllosSonNosotros (#TheyAreUs) debe ser defendida como la única alternativa posible a la peste xenófoba y nacional-populista que contamina al planeta entero. El camino no es responder a las salvajadas de Vox o de Pablo Casado, o a la naturalidad con la que Rivera decide los derechos fundamentales de un ser humano en base a su condición administrativa. El camino es construir un relato completamente diferente, el que hoy ha enunciado con valentía y lucidez Jacinda Arden: ELLOS SON NOSOTROS.

Fuente: El País

Fotografía: Alberto Valderrama

No hay mejor analogía para calificar la visita del Papa Francisco a Perú que un terremoto. Valgan verdades: Francisco ha condenado las esterilizaciones masivas sin consentimiento, ha denunciado la deforestación, la minería ilegal y la trata de personas en la región amazónica. Cualquiera podría decir que, en menos de 48 horas, el Papa se ha convertido en la oposición de izquierda que el gobierno no tenía. Sin embargo, dichas denuncias han sido rebotadas tibiamente por los medios, supongo que era de esperar. No voy a negar que, más que el mismo Papa Francisco, me conmueve la reacción de la gente: personas necesitadas de esperanza, de que alguien los escuche y les diga que son dignos y merecen respeto. Fue muy motivo su encuentro con el apu etnia awajún Santiago Manuin, uno de los sobrevivientes del Baguazo. Nuestras autoridades siempre hacen todo lo contrario. Pero, hasta el día de hoy, no se ha pronunciado sobre una de las más graves denuncias en el seno de la Iglesia Católica peruana: los presuntos abusos sexuales y físicos cometidos por miembros del Sodalicio de Vida Cristiana.

Esto es necesario: se debe impartir justicia de manera inmediata, se debe buscar y alcanzar la verdad, y si es necesario se deben imponer sanciones: incluso la expulsión si hay peligro de que siga cometiendo delitos

A pesar de que el papa Francisco defendió durante su visita a Chile al obispo Juan Barros, acusado de encubrir casos de abuso sexual de menores generando un terrible malestar entre la sociedad chilena: “el día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar”, http://bbc.in/2rrXYzP, en los últimos años el Vaticano viene recomendando que las autoridades eclesiásticas colaboren en la investigación de abusos cometidos e incluso denuncien a los sacerdotes y miembros de las órdenes religiosas implicados, porque son ciudadanos y están sujetos a  la justicia civil y porque se tratan de criminales que puedes seguir cometiendo delitos.

Para mí es claro. ¿Acaso “respetar la fe de los creyentes” implica hacerse los indiferentes frente a los graves delitos que encubre la alta jerarquía de Iglesia Católica peruana? Lo digo no solo por ellos sino también por los periodistas, al menos en Chile preguntaban algo. Acá todo es amén al Papa.

Esperemos que mañana (u hoy) Francisco condene los delitos cometidos por la cúpula sodálite. Y que todo sea en nombre de la justicia y de la verdad. Totus tuus, Francisco.

PD: Y mientras todos andan en modo Papa, ¿ya vieron que Alberto Fujimori actualizó su DNI? ¿Y si pide su pasaporte? ¿Seguiremos en modo Papa?

Post escrito originalmente para Estación Atocongo: https://estacionatocongo.wordpress.com/2018/01/20/la-papa-caliente-del-papa/

Hay que aprovechar los 25 años de la captura de Guzmán para recordar que un buen golpe de inteligencia es mucho más eficaz que miles de desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, torturas y violaciones.

Pero no menos importante es recordar quién fue este nefasto personaje. Esto puede ayudar a que los jóvenes o que no tienen la menor idea de quién fue o que están pidiendo su amnistía bajen a tierra.

Guzmán fue un asesino. No hay ni un solo sector del país que no haya tenido víctimas producto del terrorismo. Él reconoce el feroz asesinato de más de 80 campesinos en la comunidad de Lucanamarca (Ayacucho, 1983). Se refiere a la posibilidad de un genocidio con total frialdad: “Al potenciarse la guerra popular tiene que darse necesariamente una elevación de la guerra contrasubversiva que va a tener como centro el genocidio y esto nos va a llevar en perspectiva al equilibrio estratégico…”.

La cita anterior proviene del panfleto que sus seguidores llamaron pomposamente “la Entrevista del Siglo”, la misma que resultó tan mediocre y aburrida que la broma fue que con razón Guzmán había decidido pasar a la clandestinidad.

En ella todo el tiempo se repetía el mismo pensamiento fundamentalista y trasnochado: “La ideología del proletariado, la gran creación de Marx, es la más alta concepción que ha visto y verá la Tierra; es la concepción, es la ideología científica que por vez primera dotó a los hombres, a la clase obrera principalmente y a los pueblos, de un instrumento teórico y práctico para transformar el mundo. Y todo lo que él previera hemos visto cómo se ha ido cumpliendo”. Mao ya había caído políticamente y estaba muerto, pero su nombre lo repite sin cesar.

Su visión del país era también alucinante: “Estamos hundiendo el capitalismo burocrático y hace tiempo socavando la base gamonal de las relaciones semifeudales que sostienen todo este armazón, al mismo tiempo golpeando al imperialismo”.

Un ególatra total. Se creía la cuarta espada después de Marx, Lenin y Mao. Este último le habría pasado la “antorcha” para que la revolución peruana fuera “faro de la revolución mundial”. “El pensamiento Gonzalo” –de él– era científico e infalible.

El Guzmán bailando “Zorba, el griego” (setiembre de 1989) habla de su mala entraña. Mientras que cientos de sus militantes mataban a miles de personas por orden suya, él se divertía.

Otro momento radiográfico de Guzmán es cuando este fue detenido sin necesidad de disparar un solo tiro, e inmediatamente mandó a acuñar la consigna “salvemos la vida del presidente Gonzalo”. A él, quien hizo que cientos de jóvenes murieran convencidos de que para ser un buen comunista “había que llevar la vida en la punta de los dedos”, ahora solo le importaba su vida. Por si fuera poco, al año de ser capturado, leyó sumisamente una carta a favor de Fujimori, pidiendo un acuerdo de paz.

Fuente: IDL

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Esa extraña mañana todo era de color verde. Su ambulancia personal, color blanco perla, que siempre estaba impecablemente estacionada con su chofer, también blanco perla (mate), ahora era de un color verde policía-represión insoportable. Su perrita “Kiwicha”, tan cariñosa, juguetona y blanquita, con manchitas oscuras, tenía el color verde botella de vino. Su mayordomo, que lo había acompañado toda la vida y era más bien un gordo rosado y lampiño, era ahora de un verde perico inaguantable. ¿Qué hacer? Salió corriendo a mirarse en el espejo… Para su horror, su piel, tan bien cuidada, lisa y depurada, parecía piel de lagartija: ¡Toda arrugada y verdosa! Sus ojos, que siempre habían proyectado tranquilidad y compasión, estaban inyectados y parecían dos faroles de fuego ardiente. Ensayó un grito ante el espejo, estupefacto (de facto), y con los brazos en alto y la bata de seda china corrió despavorido hasta encontrar a su fercho (chofer, pues) que estaba con gorra y todo dormido dentro de su ambulancia personal. De pura indignación le dio un empujón, y él mismo, el Conde Von Klimnefelter (hijo) tomó las riendas (digo, el timón) de la ambulancia ya totalmente color verde flema, y taconeando con sus espuelas (digo, pisando a fondo el acelerador) hizo que se parara en dos patas gritando “Hi oh Silver”, mismísimo Llanero Solitario, galopando a 100 por hora sin parar hasta la biblioteca (digo, el Hospital Larco Herrera).

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Los cangrejos decidieron dejar la playa para siempre y reintegrarse, como debe ser, al elenco de la gente normal. Durante muchos años los médicos marinos les habían advertido que algún día el tratamiento terminaría, y que el día de su curación definitiva, todos (los de la playa) los verían como gente común y corriente. Esa mañana los cangrejos –eran miles de miles de millones– salieron tímidamente de las arenas para observar el panorama del hospital. Todos los pacientes (en coma) estaban maravillosamente echados en sus colchonetas, inmóviles, recibiendo los magníficos rayos del sol. ¡Que tranquilos y contentos se les veía con sus enfermeras en forma de sombrillas multicolores acompañándolos allí en el silencio…!

Los cangrejos veían todo este panorama de la gente normal. Algunos pacientes se sentaban y luego cogían entre sus manos unos papeles con signos negros, y con rostros serios y concentrados “leían” sus “periódicos” o “revistas”. Que alegría llegar a ser como ellos, pensaban los cangrejos; qué misterioso este acto de mirar y leer “periódicos” y “revistas”. El sonido de las olas siempre tan musical y sutil, los heladeros tan atentos a las necesidades de los “bañistas”.

Que arte extraordinario deben tener los seres humanos, pensaban los cangrejos ya casi listos para avanzar hacia la playa y empezar relajadamente a conversar con los pacientes del otro hospital. Pero cuando ya era inevitable el encuentro cercano de cualquier tipo, algo los llamó desde el fondo del mar. El médico marino se había olvidado de comunicarles un detalle turbador: todos los pacientes normales de la playa… ¡eran sordos!

THE DOORS

Publicado: 26 de julio, 2016 en Delirios, Devaneos de cabeza, Litera-turas, Paranoias

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Le acababan de regalar los anteojos negros ideales. Estaban diseñados sólo para mirar hacia atrás. Todo aquél que se sometía a la visión de estos anteojos, inevitablemente miraba hacia el fondo del túnel del tiempo…

Un buen día un amigo suyo llegó con buen ánimo a visitarlo, y como era su costumbre le preguntó a que se dedicaba últimamente. Él, que siempre había sido educado y honesto, le dijo sin inmutarse: “Mira, la verdad es que desde que me han regalado estos anteojos sólo tengo una actividad constante, mirar al pasado, o sea, ¿manyas?, vivir pa’ atrás, y lo fascinante es que cada vez puedes tirarte más y más y más hacia atrás”.

El amigo empezó a incomodarse ligeramente, ya que el nivel de respuesta no correspondía en absoluto a su pregunta tan simple y formal, e intentando otra forma de relacionarse le dice:

“… ¿Y si me pongo tus anteojos, me voy yo también al pasado?”

“Eso depende exclusivamente de ti, pero mi médico me ha advertido que jamás deberán ser usados por personas nerviosas o para-noicas”.

“Bueno –le contestó su amigo visitante– como tú sabes yo soy la persona más relajada y tranquila del universo, o sea que no tienes de que preocuparte”.

“Bueno, si eso te hace feliz, póntelos y cuéntame lo que vez”.

El amigo visitante, un poco nervioso, se acerca con mucha cautela y cerrando los ojos del alma se coloca los anteojos negros. Ante su horror y felicidad escucha en la voz inconfundible de Jim Morrison:

“The snake is long, seven miles…”

REZNOR

Publicado: 19 de julio, 2016 en Delirios, Devaneos de cabeza, Litera-turas, Paranoias

001.jpgDicen que la distancia es el olvido, de los
latidos de tu corazón. ¡Pasu macho! ¡Qué
tal onda…! ¿Y de dónde sale este delirio? Mira,
compadre, Reznor es un loco de mierda,
¿manyas? O sea, puta, o lo computas o no lo manyas
para nada. Tienes que reconocer tu propia
rayadura, o sea, la tuya particular, con la que te
identificas todo el tiempo… Y si te crees cuerdo
y normal, entonces cuñadito mejor agarra
psicoanálisis nomás, porque ésa es la peor de las
rayaduras. La rayadura “normal” es una de las
más bravas ¿manyas? O sea, tú te afirmas tanto
en que eres “normal”, o sea “estándar”.
Afirmando tanto tu ilusión de normalidad,
entonces el miedo es aceptar tu propia rayadura.
Puta, cuñao, tarda un huevo de tiempo
reconocer nuestra propia rayadura,
pero una vez que la empiezas a computar…
¡suave camay! Te vacilas nomás, ya no te la
crees tanto, y además te mueres de risa,
¿manyas? Así nomás es…

Dicen que la distancia es el olvido…

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Su obsesión eran las lavativas. Ella se sentía regia y renovada cada vez que un chorro de agua hirviente explotaba en el interior de su estómago.

“Que invención extraordinaria –repetía– esto de refrescarse por dentro… ¡Es el invento del siglo! ¿Cómo es que otras mujeres no han descubierto este placer inigualable?”

Seguramente, en el fondo, todas son frívolas y no se dan cuenta de la profundidad a la que podemos llegar con el arte de la lavativa. Por algo Cleopatra le dijo al volcán Danubio, en Pompeya, antes de erupcionar: “Lava-tú-eres”, que en cristiano quiere decir: Lava-ti-va.

¡Qué brutas son para no darse cuenta! ¡Si tan sólo leyeran libros de historia para culturizarse y comprender el sentido eti-mo-lógico de cada palabra! Para terminar, le cuento, chicas (soy la hembrita de Reznor), que así como a Cleopatra la lavativa la pasaba de vueltas (y esto es un hecho comprobado históricamente), a Tu-tan-Kamón (de coma) le encantaba la gelatina…

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Estaba harto del Perú. Todo le apestaba. Lo habían engañado. Le habían vendido la idea que este país era un paraíso, que se podía viajar, que se podía invertir, que se podía respirar, que Lima era la Ciudad Jardín, que la Feria del Señor de los Milagros era milagrosamente lo único que tenía sentido… Que la gente era honesta y buena, que los peruanos eran gente solidaria, que se interesaban por lo problemas de los demás. Que la crisis era pasajera (je je), que el terrorismo iba a ser derrotado (ja ja), que el Presidente era una persona muy artística (jo jo), que la cultura peruana era muy antigua (ji ji). Que había sol todo el año (ju ju), que la policía era efectiva (si es en efectivo, sí), que no había racismo (ja ja), que todos eran iguales (je je). Que los indios en el fondo amaban a los blancos (ji ji), y que los blancos también en el fondo querían ser indios de película de Hollywood (jo jo). Que los negros eran bien leales (ju ju) y que los chinos no fumaban opio (ja ja ja). Que las mujeres peruanas eran suavecitas y dóciles (je je je). Que los hombres no eran machistas (ji ji ji) y que no les gustaba Miami (jo jo jo). Que todos creían en las posibilidades de su país (ju ju ju) y que en el fútbol siempre metíamos goles (ja ja ja). Que Vargas Llosa (¿Vargas qué?) era un hombre con un sentido suizo de la realidad nacional (je je je). Que éramos muy cultos e inteligentes (ji ji ji) y que nuestros defectos eran grandes virtudes (jo jo jo). Que la Madre Patria nos amaba como hijos predilectos (jo, jo, jolín), y ya para que descanses de una vez por todas, que no hay Primera sin Segunda… como dijo la Negra Facunda.