Posts etiquetados ‘Perú’

A raíz del condenable asesinato de una menor de edad a manos de un, a todas luces, psicópata, tenemos una vez más tenemos el mismo viejo, improductivo y populista debate con los mismos actores de siempre: ¿debemos reinstaurar la pena de muerte?

Una vez más, a raíz de la reciente propuesta de algunos congresistas, se calienta el escenario público con el debate sobre la pena de muerte para los violadores de menores. Lo primero por tener en cuenta es que no hay novedad en el tema. Como suele ocurrir con los asuntos de gran impacto emocional y que además involucran principios fundamentales y posiciones éticas –el aborto, la eutanasia y los derechos humanos, entre otros–, la polémica es interminable. 

Investigaciones realizadas por una organización seria como Amnistía Internacional han demostrado con sólidos argumentos que la pena de muerte no es un disuasivo.

Amnistía Internacional (AI) ha instado a todos los gobiernos a abolir la pena de muerte porque “no existe ni una sola prueba fehaciente de que sea un factor disuasorio” para delincuentes y criminales y solamente “se usa con fines políticos”. Para conmemorar el Día Mundial contra la Pena de Muerte, AI ha publicado el informe titulado “Not Making Us Safer”: https://www.amnesty.org/download/Documents/8000/act510022013en.pdf, en el que pone de relieve la ausencia de pruebas que respalden la afirmación de que la pena de muerte reduce los delitos graves. La organización humanitaria ha denunciado que “una minoría de países ha reanudado o prevé reanudar las ejecuciones, a menudo como reacción visceral a unos índices de delincuencia elevados o en aumento, o ante asesinatos especialmente atroces”. AI ha mencionado los casos de India, Canadá y Trinidad y Tobago, donde se ha demostrado que “no hay ninguna correlación”:

  • En India, el índice de asesinatos se ha reducido un 23 por ciento en los últimos diez años, y no hubo ejecuciones desde 2004.
  • En Canadá, el índice de homicidios disminuyó en los años posteriores a la abolición de la pena de muerte en 1976.
  • Un estudio reciente realizado en Trinidad y Tobago concluyó asimismo que no había ninguna correlación entre ejecuciones, encarcelamiento y delincuencia.

“Los políticos deben dejar de actuar para la galería y mostrar liderazgo en materia de seguridad pública. Deben dejar de presentar la pena de muerte como una solución rápida para reducir los elevados índices de delincuencia y abordar los problemas del sistema de justicia penal”, ha instado.

AI ha argumentado que “se ha demostrado que una actuación policial efectiva, unos sistemas de justicia penal operativos y las mejoras en la educación y en los niveles de empleo son claves para reducir los índices de delincuencia”. “Las víctimas de la delincuencia merecen justicia, pero la pena de muerte no es la respuesta. Reanudar las ejecuciones para aparentar dureza frente a la delincuencia es someter la vida de las personas a las conveniencias políticas”, ha expresado.

AI ha reiterado que se opone a la pena de muerte “en todos los casos sin excepción, con independencia de la naturaleza y de las circunstancias del delito; de la culpabilidad, inocencia u otras características de la persona; y del método empleado por el Estado para realizar la ejecución”.

Para quienes no creemos en esta opción, más allá de las razones éticas que fundamentan el abolicionismo, subsiste la grave objeción relativa al error o arbitrariedad judicial. Vale recordar la Comisión Lanssiers, una comisión especial creada para liberar a más de 800 peruanos inocentes injustamente condenados por terrorismo.

No se trata de justificar crímenes tan repugnantes como las violaciones de menores seguidas de muerte. Sin embargo, ello no puede llevar a que el ánimo de venganza o el temor (exacerbados por la prensa amarilla y campañas mediáticas) justifiquen la adopción de medidas que –más allá de su inviabilidad jurídica– no solo no resuelven el problema de fondo, sino que, por el contrario, incrementan la nefasta estadística de los muertos inocentes.

¿Arrebato emocional? ¿Populismo oportunista? ¿Táctica distractiva? ¿Simplemente ignorancia? Un poco de memoria y seriedad no nos vendría nada mal.

Fotografía: Alberto Valderrama

No hay mejor analogía para calificar la visita del Papa Francisco a Perú que un terremoto. Valgan verdades: Francisco ha condenado las esterilizaciones masivas sin consentimiento, ha denunciado la deforestación, la minería ilegal y la trata de personas en la región amazónica. Cualquiera podría decir que, en menos de 48 horas, el Papa se ha convertido en la oposición de izquierda que el gobierno no tenía. Sin embargo, dichas denuncias han sido rebotadas tibiamente por los medios, supongo que era de esperar. No voy a negar que, más que el mismo Papa Francisco, me conmueve la reacción de la gente: personas necesitadas de esperanza, de que alguien los escuche y les diga que son dignos y merecen respeto. Fue muy motivo su encuentro con el apu etnia awajún Santiago Manuin, uno de los sobrevivientes del Baguazo. Nuestras autoridades siempre hacen todo lo contrario. Pero, hasta el día de hoy, no se ha pronunciado sobre una de las más graves denuncias en el seno de la Iglesia Católica peruana: los presuntos abusos sexuales y físicos cometidos por miembros del Sodalicio de Vida Cristiana.

Esto es necesario: se debe impartir justicia de manera inmediata, se debe buscar y alcanzar la verdad, y si es necesario se deben imponer sanciones: incluso la expulsión si hay peligro de que siga cometiendo delitos

A pesar de que el papa Francisco defendió durante su visita a Chile al obispo Juan Barros, acusado de encubrir casos de abuso sexual de menores generando un terrible malestar entre la sociedad chilena: “el día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar”, http://bbc.in/2rrXYzP, en los últimos años el Vaticano viene recomendando que las autoridades eclesiásticas colaboren en la investigación de abusos cometidos e incluso denuncien a los sacerdotes y miembros de las órdenes religiosas implicados, porque son ciudadanos y están sujetos a  la justicia civil y porque se tratan de criminales que puedes seguir cometiendo delitos.

Para mí es claro. ¿Acaso “respetar la fe de los creyentes” implica hacerse los indiferentes frente a los graves delitos que encubre la alta jerarquía de Iglesia Católica peruana? Lo digo no solo por ellos sino también por los periodistas, al menos en Chile preguntaban algo. Acá todo es amén al Papa.

Esperemos que mañana (u hoy) Francisco condene los delitos cometidos por la cúpula sodálite. Y que todo sea en nombre de la justicia y de la verdad. Totus tuus, Francisco.

PD: Y mientras todos andan en modo Papa, ¿ya vieron que Alberto Fujimori actualizó su DNI? ¿Y si pide su pasaporte? ¿Seguiremos en modo Papa?

Post escrito originalmente para Estación Atocongo: https://estacionatocongo.wordpress.com/2018/01/20/la-papa-caliente-del-papa/

Por Carlos León Moya

Publicado en Hildebrandt en sus Trece, 21/11/2014. Esta es una versión del autor sin editar.

En 1992, Heddy Honigmann estuvo en Lima para hacer un documental. El eje no era una ciudad que se caía a pedazos ni un acechante Sendero Luminoso, sino los taxistas. Son pequeños grandes personajes, a los que acertadamente Honigmann deja hablar. A través de sus confesiones, lamentos y peripecias, se aprecia la Lima de la época. “Metal y Melancolía” se estrenó en 1994 (se encuentra entero en Vimeo), y en 1995 el New York Times le dedicó una crítica amigable. Considerado “un retrato del Perú en taxi”, destacaron la actitud de “alegre resignación” que mostraban los taxistas nacionales, profesionales de clase media que sobrevivían en un país casi en bancarrota.

Hasta allí una parte de la historia. Hace 22 años que Honingmann grabó el documental, y muchas, muchísimas cosas han cambiado desde entonces: la captura de Abimael Guzmán era reciente –una taxista escucha por radio la noticia de su primera sentencia, en noviembre del 92–, y nadie podía imaginar entonces la bonanza a chorros que empezaría a inicios de los 2000.

Más allá de que “Metal y Melancolía” sea un documental bien hecho y con impactantes historias individuales, guarda todavía un gran valor histórico y social, acaso hoy más que antes. Especialmente porque se puede ver en qué hemos cambiado y en qué no.

Por una parte, se ve en sus imágenes una Lima que no existe más. Los autos desvencijados y antiguos, que eran los taxis de entonces, hoy son solo un recuerdo. Se ve a serenazgos de San Isidro con uniformes viejos recostados en un Lada, hay billetes de un nuevo sol, el Parque Kennedy aparece pálido y oscuro, la avenida San Felipe no tiene casi edificios, la entrada a la Vía Expresa genera pena. Vista con ojos de hoy, la Lima de inicios de los noventa no parece una ciudad sino un gran barrio, una aldea llena de buses y ambulantes. Se le ve vieja, a pedazos. Es el reflejo de un país que entonces parecía hundirse. Hay una frase que dos taxistas usan para momentos distintos: “en las últimas”. Mi carrito está en las últimas, mi gasolina está en las últimas. Era el Perú, en verdad, el que estaba en las últimas.

Acá podría venir un momento de regocijo y celebrar lo mucho que hemos mejorado, cómo hemos cambiado. Aquel era el Perú del siglo pasado, ahora somos distintos, tenemos plata y la gente es optimista.

Es cierto, ahora el optimismo es nuestra divisa. En “Metal y Melancolía” no hay optimismo sino resignación. El optimismo no es una forma de ver la vida, sino un salvavidas para no hundirse en la tristeza. Es pensar que las cosas van a mejorar porque no se puede estar peor. En una escena maravillosa, una taxista lleva a Honigmann a conocer la “otra” ciudad. “Esto también es Lima”, le dice, y la lleva a un cementerio. Allí, pide ver la fosa común: aparecen muertos destapados en un gran hueco en la tierra, es gente que nadie reclama. Es 1992. Hoy, a Honigmann la llevarían a comer ceviche.

Pero hay también muchísimas cosas que no han cambiado, y que vuelven al documental tan familiar. La informalidad, por ejemplo. Hoy el PBI es exactamente el triple que en 1992, pero más de la mitad del país continúa en la informalidad. Cambistas, vendedores de jugo, ambulantes, niños vendiendo dulces: son personajes que aparecen sutilmente en el documental, pero que son hoy personajes de la vida cotidiana. Los contrastes: el taxista que habla con seguridad y solvencia del mal manejo de la deuda externa por parte de Alan García, interrumpido por un niño que le pide limpiar la ventana del carro. Los taxistas mismos: han cambiado de auto, pero siguen siendo informales. Antes pegaban un letrero con saliva en su ventana, ahora cuelgan el letrero en el techo del auto.

La inseguridad también. Un taxista le saca la palanca de cambios a su auto para que no se lo roben nuevamente, otro se felicita por tener un auto tan viejo que es “inrobable”. Una taxista llora al recordar que su violento padre sigue sin aceptar que es madre soltera, a pesar de que ella mantiene sola a su hijo por la irresponsabilidad de su antigua pareja. Un taxista que se lamenta de un antiguo amor perdido, una italiana que se fue y a la que recuerda escuchando pasillos. Cuando le preguntan por qué no se fue con ella a Italia, la respuesta avienta 500 años de racismo: “el agua con el petróleo no se pueden juntar (…) ¿Qué diría su padre si me viese con ella?”. Para encontrar estas cosas en Lima, no hace falta volver a 1992.

Estos taxistas parecen ser muy distintos a los de ahora. Puede ser un problema de muestra, pero es inevitable mencionarlo. Son clasemedieros, algunos profesionales, que se vieron obligados a taxear debido a la crisis económica de los ochenta. A veces quieren dejar tímidamente en claro que eso “es temporal”. Gente que perdió su trabajo, pero también gente que lo cambió (un policía que se volvió taxista porque era “más rentable”) o que tiene varios, como un miembro de la Fuerza Aérea que, además de ser instructor y taxista, vendía habas en los colegios.

Es cierto, ahora los taxistas son distintos. Pero pensaba, ¿solo por origen social? Se ve en el documental el tráfico infernal y los buses enormes e inservibles (todo igual que hoy), pero me da la impresión de que la Lima de entonces no era tan caníbal. La Plaza Bolognesi luce ordenadísima en comparación a lo que uno puede encontrar hoy. Los taxistas parecen ser presas de una ciudad que los canibalizó, junto con toda una cadena: peatones, choferes, cobradores, policías, taxistas, pasajeros. Casi extrañé en el documental que alguien le metiese el carro a otro.

En suma, vista desde ahora, “Metal y Melancolía” tiene el valor de mostrar una Lima que se fue y una Lima que continúa. A diferencia de antes, la “Lima que se fue” no nos llenaría de orgullo sino de vergüenza. No es una arcadia colonial, sino una ciudad más pobre en medio de la más grande crisis de su historia. La Lima que continúa, en cambio, es usualmente escondida debajo del discurso ramplón de nuestro gran desarrollo. Es una Lima principalmente de informales, en medio de un tráfico infernal, a veces sin valores. Menos precaria que antes, pero precaria aún. Conservadora y machista, donde la mujer lleva siempre la peor parte. En donde también se pueden encontrar a gente que hace taxi porque no puede pagarle las medicinas a un familiar en un país cuyo sistema público de salud es un fantasma.

Por cierto, en una parte del documental, un niño ambulante insiste en venderle caramelos a Honigmann en el Parque Kennedy. Es vivo y ágil. Honigmann le pregunta cómo se llama. “Jorge”, responde, y continúa con orgullo: “Soy comerciante”.

Aquel es el primer ‘emprendedor’ de nuestra historia reciente.

 Fuente: Carlos León Moya FB Personal Page

A Tasurinchi
porque él es nosotros
y todos nosotros somos él

Son tribus no contactadas por nuestra civilización, viven aisladas y no quieren contaminarse con nuestra forma de vida. Son el último vestigio del estado natural del hombre. Y lenta e inexorablemente, la codicia del hombre parece empeñada en exterminar a los pocos centenares de indígenas que aún no han tenido contacto con la civilización moderna.

Se calcula que en la Tierra existen aún alrededor de un centenar de pueblos indígenas que, aunque conozcamos su existencia, no tienen contacto con ninguna población fuera de su propio grupo. Se reparten entre Latinoamérica, la isla de Nueva Guinea (en el Océano Pacífico) y el archipiélago de Andamán (en el Océano Índico).

En la mayor parte de los casos, son ellos mismos los que, voluntariamente, no desean ser descubiertos. La razón habría que buscarla en la violencia brutal que sufrieron sus antepasados o la que siguen sufriendo sus vecinos contactados. Según demuestra la historia, el contacto con nuestra sociedad dominante ha supuesto para ellos, casi siempre, el desarraigo, la marginalidad, la prostitución y la desaparición.

«Sin estrés, sin hambre, sin mendigos, sin cárceles… y los llamamos primitivos».

La introducción de enfermedades es la principal causa de muerte entre los pueblos indígenas aislados. Ellos no han desarrollado inmunidad contra virus como la gripe, el sarampión, la varicela o el resfriado común. Por regla general, estos pueblos llevan viviendo en su tierra muchas generaciones y seguirán ahí si nosotros los dejamos. Tienen lenguas propias, son los herederos de sus bosques y los depositarios de formas de vida ya casi desconocidas para nosotros. Sus conocimientos sobre el entorno, sus modelos de adaptación al medio, sus formas de aprovechar los recursos naturales, su sabiduría sobre animales y plantas, su respeto y empatía con la naturaleza… suponen un auténtico tesoro para nuestra sociedad actual, tesoro que debería ser sin duda preservado.

Habitan, por lo general, en áreas de muy difícil acceso y ricas en recursos naturales –maderas preciosas, hidrocarburos y minerales, además de ecosistemas, fuentes acuíferas, flora y fauna– esenciales para su supervivencia, pero que, a su vez, excitan la codicia de los ‘pueblos civilizados’. Como dice la campaña antirracismo de Survival International, la ONG que lucha por los derechos de la población indígena del mundo: «Sin estrés, sin bombas, sin hambre, sin mendigos, sin cárceles, sin comida basura, sin contaminación, sin deuda externa… y los llamamos primitivos».

AMAZONÍA PERUANA

Al menos 15 poblaciones indígenas aisladas están ubicadas en la Amazonia peruana, según cálculos de Survival International. En 2012, Diego Cortijo (miembro de la Sociedad Geográfica Española) captó imágenes, sin necesidad de contacto, de una de estas tribus en peligro, los Mashco-piro, en el transcurso de una expedición para localizar antiguos yacimientos arqueológicos.

No se sabe mucho de este pueblo que vive en el sureste de la Amazonia peruana desde hace muchas generaciones. Gracias a que algunos han sido contactados, se sabe que hay varios grupos de entre 20 y 50 personas cada uno, la mayoría en el Parque Nacional del Manu (en Alto Purús), donde se crearon reservas para ellos.

Casi todos los indígenas aislados en la zona son nómadas y se desplazan por la selva, dependiendo de las estaciones, en pequeños grupos de familias extensa. Los huevos de tortuga son una fuente importante de proteína para ellos y son expertos en encontrarlos y desenterrarlos. Además, se alimentan de gran variedad de carnes y pescados, de plátanos macho, frutos secos, bayas, raíces y larvas. Entre los animales que cazan para abastecerse están el tapir, el pecarí, los monos y los venados.

Se sospecha que han llegado nuevos grupos a esta zona, desplazados por la presencia de madereros ilegales y compañías petroleras que los acosan en sus propios territorios. Survival Internacional ha lanzado una campaña, con más de 150,000 firmas recolectadas, para exigir al Gobierno de Ollanta Humala que asuma acciones firmes contra los madereros, que sobornan a autoridades locales para entrar. Los madereros van en busca de caoba, conocida como el oro rojo por el alto precio que alcanza en el mercado internacional. La selva peruana tiene parte de la última madera de caoba comercialmente viable que queda en el mundo. Otro peligro al que se enfrentan es al de los cultivadores de hoja de coca, que están apropiándose de territorios y hacen vuelos rasantes con helicópteros por la región.

Pero el peor de los desastres puede que esté por llegar. El Gobierno de Humala ha dado luz verde recientemente a la expansión del Proyecto Camisea, la ampliación del mayor gaseoducto de la Amazonia peruana, que se adentra en las tierras pertenecientes a indígenas aislados. Aquí se encuentra la Reserva Nahua-Nanti, dentro del Parque Nacional de Manu, una de las áreas teóricamente más protegidas del mundo, con una diversidad biológica superior a la de cualquier otro lugar de la Tierra.

Varios pueblos indígenas no contactados viven en esta reserva, especialmente creada para protegerlos. Entre ellos, los Nahua, los Nanti, los Matsigenka y los Mashco-piro. Todos ellos, como el resto de tribus aisladas, dependen de la selva para su supervivencia. El Proyecto Camisea implica llevar a cabo pruebas sísmicas en la selva, con la detonación de miles de cargas explosivas, la perforación de una veintena de pozos exploratorios y la entrada de cientos de trabajadores a la Reserva Nahua-Nanti, ubicada a solo 100 kilómetros de Machu Picchu.

Ya a comienzos de los años ochenta, la multinacional Shell realizó exploraciones petrolíferas en la zona que resultaron devastadoras para otro pueblo aislado, los Nahua. Se produjeron epidemias, neumonías y una tremenda escasez de alimentos. Se estima que casi un 60% del pueblo murió. «Muchas, muchas personas murieron. La gente moría por todas partes, como les ocurre a los peces después de envenenar el río. Dejaron que la gente se pudriera por las riberas del río, en la selva y en sus casas. ¡Esa terrible enfermedad!», recuerda Tomás, un hombre nahua. Lo mismo pasó con los Murunahua, a mediados de los noventa, tras ser contactados por la fuerza por madereros ilegales que buscaban caoba.

Unas veces se defienden con flechas y otras se ocultan en la selva.

El Gobierno peruano no está respetando el derecho internacional y tampoco lo hacen las empresas que invaden las tierras indígenas. La prospección petrolera es especialmente peligrosa para estas tribus, porque abre además zonas antes remotas a madereros y colonos.

BRASIL

En la Amazonía brasileña viven gran parte de los pueblos no contactados del mundo. En este aislamiento voluntario se ve la huella de desastrosos encuentros del pasado, pero también la actual invasión y destrucción de sus tierras. Unas veces se han defendido de los contactos con flechas; en otras ocasiones han huido, ocultándose en la profundidad de la selva.

Desde 1987, la FUNAI (Fundación Nacional del Indio) dispone de un departamento dedicado a los indígenas aislados. Su actividad trata de demarcar y proteger sus tierras de los invasores, con puestos de protección. Su política propugna no entrar nunca en contacto si no es en caso de que su supervivencia esté en peligro.

PISTOLAS CONTRA ARCOS Y FLECHAS

Los Awá son la tribu más amenazada de la Tierra y uno de los pocos pueblos indígenas de cazadores-recolectores nómadas que quedan en Brasil. Pueden construir una casa en unas horas y abandonarla después. Son aproximadamente unos 450 individuos, de los que un centenar rechazan el contacto con el mundo exterior. Más del 30% de su territorio ha sido destruido por madereros ilegales y ganaderos, y corren un serio peligro de extinción. Viven en las selvas devastadas de la Amazonia oriental. Actualmente se encuentran acorralados por gigantescos proyectos agroindustriales, ranchos de ganado, asentamientos de colonos y madereros ilegales, en una lucha desigual de pistolas contra arcos y flechas.

Después de una intensa campaña de Survival International para dar a conocer la desesperada situación de este pueblo (con la participación de personajes conocidos como los actores Colin Firth y Belén Rueda, o el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado), el Gobierno de Brasil ha enviado a la zona, hace un mes, a soldados, trabajadores de FUNAI, agentes especiales del Ministerio de Medio Ambiente y agentes de Policía para notificar y expulsar del territorio indígena de los Awá a colonos, terratenientes ganaderos y madereros ilegales, muchos de ellos fuertemente armados. El director de Survival, Stephen Corry, declaró: «Esta es una ocasión potencial y crucial para salvar las vidas de los Awá. Sus miles de simpatizantes repartidos por todo el mundo pueden estar orgullosos del cambio al que han contribuido. Pero todas las miradas están puestas ahora en Brasil, para asegurarse de que completa la operación antes del comienzo de la Copa Mundial de la FIFA en junio y protege la tierra de los Awá de una vez por todas».

LA GENTE MARIPOSA

Otros pequeños grupos de no contactados viven sobre todo en los Estados de Rondonia, Mato Grosso, Marañón y Acre; estos últimos son, probablemente, los sobrevivientes de la fiebre del caucho del siglo XIX, que supuso el exterminio y la esclavización de miles de indígenas cuyos recuerdos pueden estar todavía muy vivos.

Los Piripkura (o gente mariposa, como los llaman sus vecinos por su manera constante de moverse por la selva) viven en Mato Grosso y también han sido masacrados por los blancos. Los Kawahiva del río Pardo, también en el Mato Grosso, eran un grupo de 50 individuos hace unos años, según la FUNAI, aunque hoy pueden ser muchos menos. Como su tierra aún no ha sido protegida, su supervivencia está en peligro. Se cree que han dejado de tener hijos y de cultivar, porque están constantemente huyendo de los madereros.

LOS CINCO ÚLTIMOS

Los Akuntsu son un pueblo que habita en el estado de Rondonia y del que solo quedan cinco individuos. Hoy ocupan una pequeña parcela de bosque reconocida por el Gobierno brasileño, rodeada de plantaciones de soja y haciendas de ganado. La construcción de una gran carretera en los años setenta, la BR-364, trajo consigo oleadas de ganaderos, madereros, especuladores de tierra y colonos que ocuparon el estado.

Los lingüistas trabajan ahora con los Akuntsu para registrar y entender su idioma, con la esperanza de que un día puedan contar su historia al resto del mundo. A menos que decidan unirse a algún otro grupo indígena, lo que parece poco probable, este pequeño pueblo desaparecerá de la Tierra para siempre en no mucho tiempo, y se completará así el genocidio de los Akuntsu.

PARAGUAY

Los Ayoreo-Ttoblegosode viven en el Chaco paraguayo. Son un pueblo nómada de cazadores-recolectores que habitó antaño una extensa región de bosque bajo y cuyo territorio ha ido siendo adquirido por terratenientes y especuladores para talar el bosque de madera valiosa y así poder introducir ganado. Un estudio de la Universidad de Maryland ha desvelado que el bosque del Chaco paraguayo, último refugio para los indígenas Ayoreo no contactados, registra la tasa más elevada de deforestación del mundo.

El Gobierno paraguayo ha otorgado dos licencias para deforestar su tierra –a pesar de estar dentro de una reserva de la biosfera de la UNESCO– a dos empresas, una brasileña (Yaguareté Pora S.A.) y otra española (Carlos Casado S.A.). Los Ayoreo han protegido su bosque durante miles de años y dependen de él para su supervivencia. Ahora viven en una huida constante de las excavadoras.

OCÉANO ÍNDICO

No se sabe cuántas tribus no contactadas puede haber en el oeste de la isla de Nueva Guinea, en Papúa (Indonesia). Se ha contactado con algunas en los últimos cuarenta años, pero otras muchas se mantienen voluntariamente aisladas en sus remotos bosques selváticos de difícil acceso. Tanto organizaciones pro derechos humanos como periodistas tienen el acceso prohibido a estas tierras, por lo que las posibilidades de investigación son escasas.

100,000 ASESINADOS

El oeste de la gran isla de Nueva Guinea pertenece a Indonesia desde el año 1963 y, lamentablemente, padece un racismo endémico hacia las tribus indígenas (sobre todo respecto a los que viven aislados). Desde la ocupación, se calcula que unos 100,000 indígenas han sido asesinados por el Ejército indonesio, profundamente racista, que piensa que los indígenas son primitivos y viven en la Edad de Piedra, sin valorar el conocimiento privilegiado que tienen de su entorno y, particularmente, de plantas y animales.

Se cree que las tribus de los Jarawa, los Onge, los Granandamaneses y los Sentineleses llevan viviendo en el océano Índico desde hace 55,000 años. Los Onge y los Grandamaneses fueron diezmados por la colonización británica en el siglo XIX y apenas quedan un centenar entre ambas tribus.

DIVIDIDOS EN DOS

Los Jarawa son recolectores cazadores y pescan con arcos y flechas en los arrecifes coralinos. Su situación se vuelve cada día más precaria, pues sus tierras están divididas en dos por una carretera que construyó la administración de las islas. Aunque siguen viviendo aislados, hay un flujo constante de autobuses de colonos, cazadores furtivos que entran en la selva tropical donde está su reserva y en muchas ocasiones tratan de abusar sexualmente de las mujeres y robar la caza que la tribu necesita para vivir. Además están los turistas, que los tratan como animales de safari.

Tras una larga batalla, el Tribunal Supremo de la India ordenó al Gobierno local cerrar la carretera, decretando que su construcción había sido ilegal y ponía en peligro la vida de los Jarawa. Pero el Gobierno de las islas ha desafiado al tribunal y mantiene la carretera abierta.

LOS MÁS AISLADOS (Y HOSTILES)

Los Sentineleses son el pueblo más aislado del planeta. Viven en una pequeña isla, Sentinel del Norte (en la India), y nunca han sido contactados, aunque sí fotografiados desde el mar y el aire. Se cree que descienden de los primeros pueblos que salieron de África y probablemente llevan viviendo en la islas Andamán desde hace unos 60,000 años. Incluso su lengua es diferente a la de los otros isleños de Andamán, por lo que se supone que han tenido poco contacto con otros pueblos por miles de años. Prácticamente todos los contactos que se han intentado han sido recibidos con grandes dosis de hostilidad por parte de los isleños.

La isla Sentinel del Norte no solo está defendida por sus guerreros, sino también por imponentes mares y un casi ininterrumpido anillo de traicioneros arrecifes de coral que la hacen inaccesible por mar durante gran parte del año. La isla estuvo en el trayecto índico del tsunami el 26 de diciembre de 2004. El epicentro estaba muy cerca, en Indonesia. Algunos arrecifes se hundieron y otros fueron elevados, cambiando la fisonomía de la isla, su ecosistema y los recursos de pesca. Tres días después del desastre, un helicóptero sobrevoló el terreno en busca de supervivientes. Fue recibido por los guerreros sentineleses con flechas y piedras. Los conocimientos ancestrales de estos isleños sobre los movimientos del océano pudieron salvarles la vida. Habían sobrevivido al desastre y solo querían que los dejaran en paz. Hasta hoy lo han conseguido.

EPÍLOGO

Quisiera finalizar este post reseñando las palabras que Mario Vargas Llosa puso en boca de Saúl «Mascarita» Zuratas, entrañable y disruptor personaje de la novela (¿de anticipación?) «El Hablador»:

«No, no soy un indigenista a la manera de esos de los años treinta. Ellos querían restablecer el Tahuantinsuyo y yo sé muy bien que para los descendientes de los Incas no hay vuelta atrás. A ellos sólo les queda integrarse. Que esa occidentalización, que se quedó a medias, se acelere, y cuanto más rápido acabe, mejor. Para ellos, ahora, es el mal menor.Ya ves, no soy un utópico. En la Amazonía, sin embargo, es distinto. No se ha producido todavía el gran trauma que convirtió a los Incas en un pueblo de sonámbulos y de vasallos. Los hemos golpeado mucho, pero no están vencidos. Ahora ya sabemos la atrocidad que significa eso de llevar el progreso, de querer modernizar a un pueblo primitivo. Simplemente, acaba con él. No cometamos ese crimen. Dejémoslos con sus flechas, plumas y taparrabos. Cuando te acercas a ellos y los observas, con respeto, con un poco de simpatía, te das cuenta que no es justo llamarlos bárbaros ni atrasados. Para el medio en que están, para las circunstancias en que viven, su cultura es suficiente. Y, además, tienen un conocimiento profundo y sutil de cosas que nosotros hemos olvidado. La relación del hombre y la naturaleza, por ejemplo. El hombre y el árbol, el hombre y el pájaro, el hombre y el río, el hombre y la tierra, el hombre y el cielo. El hombre y Dios, también. Esa armonía que existe entre ellos y esas cosas nosotros ni sabemos lo que es, pues la hemos roto para siempre».

Fuente: 20minutos

A propósito de la caza ilegal de delfines que está ocurriendo en nuestro país, denunciada por la ONG Mundo Azul, ¿sabía Ud. que los delfines son los mamíferos más impresionantes que hayamos podido conocer? Claro, venimos de mundos diferentes y todo eso, pero nuestros homólogos mamíferos oceánicos poseen muchas características admirables que les equiparan a nosotros mucho más que otras especies que habitan en la Tierra. Todos hemos oído de las múltiples hazañas de los delfines, aquellos mamíferos que se han vuelto famosos en el cine, la literatura y otras manifestaciones culturales como animales amigables y hasta compañeros entrañables del ser humano. Les presento 10 razones por las cuales los delfines son dignos de su reputación y de nuestra admiración. Y si deseas ayudar, firma esta petición en Avaaz para detener y penalizar la pesca, caza y venta de delfines para consumo y carnada en Perú, ¡nada te cuesta!

1.   A LOS DELFINES LES GUSTAN LOS PERROS.

Mientras que algunos animales podrían considerar a nuestros compañeros caninos como seres torpes que solo sirven para mover la cola y dejarnos montones de pelo y saliva (estoy hablando de ustedes, gatos), los perros son realmente una especie de guardianes peludos del corazón humano, no lo podemos negar. No es de extrañar entonces, después de enterarme de la increíble camaradería que existe entre Ben, un labrador blanco, y Dougie, un delfín salvaje, ambos de Irlanda, que podríamos comenzar a considerar a los majestuosos mamíferos acuáticos como amigos de nuestros amigos.

2.   LOS DELFINES JUEGAN CON LAS BALLENAS.

Cerca de Hawai, en la isla de Kauai así como en Maui, los biólogos han documentado un extraño fenómeno: delfines que juegan con ballenas. Al parecer a estos mamíferos marinos les gusta jugar juntos, los archiconocidos delfines nariz de botella se recuestan sobre las cabezas de las ballenas jorobadas (Megaptera Novaeangliae) y ellas los levantan para que los delfines se deslicen por su espalda, como una especie de tobogán de ballena.

3.   LOS DELFINES NO TIENEN MIEDO DE PEDIR AYUDA.

Ser inteligente es una cosa, pero se necesita cierto nivel de autoconciencia para saber cuándo pedir ayuda. En enero de este año, en las aguas frente a las costas de Hawaii, un delfín salvaje que estaba teniendo problemas para nadar –estaba enredado en una línea de pesca– se acercó a un grupo de buceadores en busca de una mano y su persistencia dio sus frutos. Aunque parezca increíble, todo el incidente de la solidaridad delfín-humana fue filmado.

4.   LOS DELFINES, A VECES, NOS TRAEN REGALOS.

Claro, puede ser que no entendamos el lenguaje de los delfines, compuesto de clics y chirridos, pero las palabras no son necesarias cuando vienen con regalos. Según un estudio reciente publicado en la revista Anthrozoös, se han observado delfines salvajes cerca de un centro turístico en Australia que han entregado «regalos» a sus pares humanos, tales como anguilas, atunes, calamares y pulpos muertos, en 23 ocasiones distintas. Aunque este raro comportamiento sigue rodeado de misterio, es un indicio de la estrecha relación que los humanos y los delfines pueden llegar a formar y revela un mundo aún inexplorado de riqueza interespecies.

3

5.   LOS DELFINES AYUDAN A RESCATAR A OTRAS ESPECIES.

Desde épocas inmemoriables nos han llegado relatos de delfines ayudando a los seres humanos en alta mar, aunque a veces los delfines se salen del libreto para ayudar también a otras especies acuáticas. Hace unos años dos cachalotes pigmeos quedaron varados en Nueva Zelanda, y los bañistas hicieron denonados esfuerzos para dar devolverlos al mar, pero fue en vano. Fue entonces cuando un delfín nariz de botella, conocido como Moko por los locales, vino al rescate cual superhéroe. Los testigos afirman que después de que Moko se «comunicara» con las ballenas varadas, estas «cambiaron su actitud muy angustiada y empezaron a seguir al delfín de buena gana, directamente hacia mar adentro».

3

6.   LOS CACHALOTES AMAN A LOS DELFINES.

Los cachalotes pueden no tener la reputación de ser los más simpáticos de los mamíferos marinos, pero incluso ellos no se pueden resistir a la compañía de un delfín nariz de botella, sobre todo si éste se encuentra en dificultades. Mientras se hallaban en una expedición estudiando ballenas en el Atlántico Norte, investigadores se toparon con un grupo de cachalotes que, aparentemente, habían adoptado un delfín nariz de botella que presentaba ciertas deformaciones físicas. «Realmente parecía que habían aceptado el delfín por alguna desconocida razón», expresa el biólogo Alexander Wilson. «Estaban siendo muy sociables».

7.   LOS DELFINES HACEN AROS DE BURBUJAS.

El desarrollo del espiráculo fue una parte esencial de la evolución de los delfines. Dicho órgano permite a los mamíferos marinos inhalar y exhalar rápidamente aire en la superficie del océano, manteniendo una estricta vigilancia a los depredadores y a sus presas en el agua. Ah, y al parecer es muy práctico para hacer aros también. Así cómo algunos fumadores saben hacer aros de humo, los delfines hacen aros de burbuja utilizando su espiráculo.

8.   LOS DELFINES AYUDAR A PESCAR A LOS PESCADORES.

A lo largo de un tramo de costa en Laguna, Brasil, los pescadores y los delfines locales han formado una sociedad en la búsqueda de comida. Los investigadores, que publicaron un estudio sobre este comportamiento único, describen cómo estos aliados improbables trabajan como un equipo a la hora de pescar: «Cada otoño, los delfines mulares residentes en Laguna (Tursiops truncatus), a menudo actúan como perros pastores, acercando cardúmenes de pequeños peces, llamados lisas plateadas, hacia la costa y hacia las redes ancladas por los pescadores. Cuando los delfines se acercan a sus colaboradores humanos, hacen una señal, golpeando sus cabezas o colas contra de la superficie del agua. Los pescadores rápidamente echan las redes, capturando por lo general decenas de frenéticos salmonetes (en inglés son llamados mullet, en español se conocen por mújol, salmonete, lisa o múgil)».

9.   LOS DELFINES CUIDAN A SUS AMIGOS.

Durante un estudio de los delfines de la costa de Corea del Sur, los biólogos pudieron disfrutar de una escena particularmente conmovedora acerca del comportamiento solidario de los delfines. Se observó a un grupo de delfines acudir en ayuda de un colega enfermo o herido que estaba luchando por mantenerse a flote. Los delfines formaron una «balsa» con sus cuerpos, evitando que el maltrecho delfín se ahogue.

10.   LOS DELFINES SABE COMO PASARLA BIEN.

Puede ser que tengamos mucho que aprender acerca de las complejidades de las emociones de los delfines, pero nos resulta bastante claro cuando están teniendo un buen momento, ya sea cuando saltan por los aires con la máxima precisión o cuando participan en exhibiciones de acrobacias ingeniosas bajo el agua. Claro, los humanos y los delfines venimos de mundos completamente diferentes, pero no hay nada más unánime como el compartir la alegría de estar vivo.

¿Qué hace un amante de la libertad clamando por el derecho al matrimonio? No lo entiendo. Que hablen con los casados para que les digan lo que el matrimonio significó en sus espectaculares vidas. Que hablen. No conozco a ningún ser humano medianamente lúcido que no exprese su arrepentimiento. Por lo mismo, ¿por qué tanta alharaca con esto del matrimonio gay? Estoy de acuerdo con que les prohíban el matrimonio, pero no solo a ellos: SINO A TODOS, ABSOLUTAMENTE A TODOS. No es una broma. He amanecido extremadamente sincero y romántico. Miren. El Estado nos desgracia con sus ocurrencias. Si Manuel y Carlos creen que la felicidad está en lograr los mismos derechos que Felipe y María se equivocan, pues éstos viven encadenados más allá de sus propias voluntades. ¿Y dónde está la igualdad de derechos?, me dirán. Respondo: ¿todo lo que está en la legislación es propio del derecho? Entiendo que el derecho no es otra cosa que la misma libertad, precisamente lo que el matrimonio promovido desde el Estado niega a través del Derecho de Familia (por cierto, en este rubro no existe igualdad alguna entre las partes en litigio).

Los congresistas, grupos y particulares que promueven el matrimonio entre homosexuales no asumen que su marginalidad no es un pecado, sino una bendición. Son libres de entrar y salir de la relación cuando quieran. No tienen más amarras que el propio amor, las ganas o la necesidad de acompañarse. Por lo mismo, ya tienen de por sí un gigantesco universo de motivos para pensarlos mil veces antes que hacer añicos sus uniones. No necesitan del Estado para hacerlas más férreas. Es lo contrario, las torna forzadas, hipócritas e insinceras: ¿me quieres por mí mismo o por lo que te puede tocar por la separación de bienes?

A pesar que las estadísticas resaltan la elevada tasa de divorcios a nivel mundial (exclusivamente heterosexuales), los grupos de presión gay intentan ir contracorriente. Y lo están logrando. Y lo lograrán. ¿Serán ellos el más duro filón del «hasta que la muerte nos separe»? Ríase. Sí, suelte las carcajadas. Destorníllese de risa. También se separarán. Claro que lo harán… Y ahí conocerán lo que la ley les facturará.

Vean. Hasta antes de la «moda» del matrimonio estatal, las uniones conyugales eran un asunto completamente privado. No había más fórmula y modo que el que las parejas establecían de acuerdo a sus viejas costumbres. Por entonces el matrimonio era tan importante y sagrado que todo quedaba en el ámbito de la familia y de la propia comunidad. No existía ninguna injerencia legal. Todo era un concierto de moralidad tan eficaz que nadie discutía su naturaleza. Claro, por entonces el amor no contaba. Igualmente, el credo católico-romano-apostólico tampoco se discutía.

Verdad. Fue la reforma protestante la que obligó a que el «sacramento» del matrimonio (entre hombre y mujer, las únicas posibles por entonces) se concretasen vía el aval del Estado. Será éste, desde su faz confesional, el que le otorgue a la Iglesia el monopolio del fondo y de la forma nupcial. Una alianza que durará hasta bien entrado el siglo XX, pues sólo la Iglesia oficiaría matrimonios. Ello hasta que las corrientes laicas propiciaron la ruptura entre el clero y el poder político. Erróneamente, en esa ruptura se le atribuyó al Estado la facultad de casar. ¿Para qué? ¿Qué necesidad había? Es la otra cara del laicismo: pretender reemplazar a la Iglesia haciendo del feligrés un ciudadano. La misma cosa. Ovejas del Señor = Ciudadanos.

¿Y el amor? Nada. Es a partir de fines del siglo XVIII e inicios del XIX que las personas van logrando el derecho de poder escoger por su cuenta y riesgo (¡y qué riesgo!) su propia compañía. Antes la decisión era familiar, pues lo que se buscaba era proteger y/o acrecentar el patrimonio. Como decían las abuelas de entonces: «no te preocupes mi niña, ya aprenderás a quererlo, es un buen partido». Al fin y al cabo, somos animales de costumbres. Al pasar el tiempo, la inicial llorosa niña aprendía a «amar» al marido al que la habían entregado. Así, eso de elegir la «otra mitad» es de reciente data. Muy breve y frágil. Por lo mismo, lo del amor y del matrimonio como casi sinónimos es tan raro como discutible. Algunos dicen que no van de la mano, que son antagónicos. Yo no lo sé. Y no olvidemos lo que pasa en el mundo islámico, ahí la situación no ha cambiado ni tiene visos de cambiar.

Pero parece que el mundo gay sí lo sabe, por ello cada una de las razones aquí anotadas no le van. Les resbala. Quieren boda y pastel con sello de burócrata a como dé lugar. Sueño en rosa. Anhelan morar dentro del «paraíso» estatal porque juzgan que es lo mejor que le puede pasar a cualquiera. Curioso, lo opuesto es lo que sucede con los heterosexuales.

Que el amor no se ponga en duda. Si alguien tiene miedo a la soledad, que se compre un perro o un gato. Si el otro detesta pagar las cuentas de fin de mes… ¿que la ley actúe? Eso es realmente lo que se mira: las carísimas dádivas del Estado de Bienestar. Únicamente desde ese ángulo podría asumirse la dicha nupcial. ¿Que la sociedad asuma lo que los individuos no pueden por sí mismos? Sí es así, entonces recordemos a Eloísa, quien antes de preferir ser la esposa de su amado y muy amputado Abelardo (el amor le costó el pene), entendía que era mejor ser su ramera antes que asesinar al verdadero amor.

 

El pasado martes 28 de agosto, el Poder Ejecutivo presentó ante el Congreso el proyecto de ley que tipifica el delito de Negacionismo de la violencia terrorista, el cual que impone una pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de ochos años al que públicamente apruebe, justifique, niegue o minimice los actos cometidos por organizaciones terroristas y establecidos en una sentencia judicial firme. Al respecto se ha generado un intenso debate acerca de la conveniencia de tipicar y criminalizar dicha conducta. Desde Life Without K queremos participar en el debate haciendo una somera definición sobre el tema del Negacionismo y expresando nuestra posición. Pueden revisar el proyecto de ley en el siguiente enlace: Proyecto de Ley – Negacionismo de los Delitos de Terrorismo

El Negacionismo es la distorsión ilegítima del registro histórico de tal manera que ciertos eventos aparezcan de forma más favorable o desfavorable, mientras que el Revisionismo Histórico se ocupa de la corrección legítima del conocimiento existente sobre un evento histórico. Este post se centrará únicamente en el primero, esto es, el tipo ilegítimo que constituye la negación de los crímenes históricos: el Negacionismo.

A diferencia de la Propaganda, que apela a las emociones, el Negacionismo apela al intelecto, usando varias técnicas ilegítimas para proponer un punto de vista. Estas técnicas incluyen presentar como documentos genuinos a unos falsos, inventar razones ingeniosas pero inverosímiles para desconfiar de documentos genuinos, atribuir sus propias conclusiones a libros y otras fuentes que digan lo contrario, manipular series estadísticas para apoyar sus puntos de vista y traducir deliberadamente mal textos en otros idiomas.

Ejemplos clásicos de Negacionismo lo constituyen el Negacionismo del Holocausto y el Negacionismo turco del Holocausto Armenio. El Negacionismo es también utilizado por grupos de odio en Internet y sus efectos pueden encontrarse descritos en la literatura (por ejemplo, en la novela «1984» de George Orwell). En algunos países el Negacionismo de ciertos eventos históricos es considerado un delito, siendo de suma importancia señalar que en la Unión Europea el Negacionismo ha sido tipificado como delito mediante el Protocolo Adicional a la Convención sobre el Cibercrimen del Consejo de Europa.

MOTIVACIONES DEL NEGACIONISMO

El «Revisionismo Histórico» es usado como una etiqueta para describir los puntos de vista de historiadores autodidactas o disidentes que publican artículos que deliberadamente tergiversan y manipulan la evidencia histórica. Algunos de estos historiadores, como David Irving, un defensor del Negacionismo del Holocausto, se han denominado a sí mismos revisionistas históricos. Esta etiqueta ha sido utilizada de forma peyorativa para describir a estos historiadores, criticando su trabajo.

Las motivaciones de los negacionistas pueden ser diversas. En el caso de la negación del Genocidio Judío por los nazis, las razones parecen ser principalmente el antisemitismo y la voluntad de defender –incluso negando la realidad de los hechos– al régimen nazi y a sus colaboradores (como la Francia de Vichy). Así, se han publicado historias populares que desafían la posición generalmente aceptada de un período dado, como es el caso del Holocausto. Para ello, minimizan su magnitud y encubren otros crímenes de guerra nazi, mientras que hacen hincapié en el sufrimiento de las poblaciones del Eje en manos de los Aliados, subrayando que los Aliados cometieron también crímenes de guerra.

La negación de un genocidio (Holocausto, Genocidio Armenio, Genocidio de Ruanda, etc.) busca de hecho obtener un sobreseimiento (o cancelación) de lo que es admitido como un crimen y retirar a las víctimas o a sus deudos todo derecho a reparación alguna (la amoral aplicación del viejo aforismo jurídico Nulla Poena Sine Lege: en ausencia del crimen, no existen ni criminales ni víctimas). El Negacionismo puede así servir para proteger tanto a los actores de un genocidio, como a sus cómplices y herederos ideológicos.

Las tesis negacionistas se fundamentan muy a menudo en hechos maquillados o en la omisión deliberada de elementos de cargo. En consecuencia, se estima que sus tesis son producto de extremistas y falsificadores, con el fin de mostrar determinado hecho criminal como socialmente aceptable en un contexto histórico determinado y favorable para sus intereses.

Ejemplos similares se han presentado en el otro extremo de la escala política, cuando los estalinistas y maoístas intentan (al igual que los revisionistas antisemitas) encubrir o minimizar atrocidades mayores llevadas a cabo bajo algunos de estos regímenes. Es el caso del Gran Salto Adelante de Mao donde aproximadamente 43 millones de personas murieron de hambre, los Jemeres Rojos de Camboya, el Gulag en la Unión Soviética o el Holodomor contra el pueblo ucraniano.

OPINIÓN PERSONAL

En la actualidad, muchos autores se niegan a discutir el Negacionismo o sus argumentos en absoluto, bajo la premisa de que al hacerlo se daría a los negacionistas una legitimidad injustificada. Nuestra parte afirma que, de ser el caso, es indispensable perder tiempo y esfuerzo en responder las alegaciones de los negacionistas. Si bien sería de nunca acabar responder los argumentos planteados por los que libremente falsifican los resultados, citan fuera de contexto y simplemente interpretan a su antojo miles de testimonios, creemos que es absolutamente necesario a fin de conservar la memoria de las atrocidades que se han cometido, sobretodo en nuestro país donde, al parecer, la memoria histórica es objeto de diversas manipulaciones. A diferencia de los verdaderos académicos, los negacionistas tienen poco, si alguno, respeto por los datos o evidencias. El compromiso de los negacionistas es con una ideología y sus «conclusiones» son la forma de apoyarla.

Un típico ejemplo de táctica negacionista consiste en citar un texto histórico: «Fulano de Tal afirma en la página 189 de su famoso libro que nadie murió en Auschwitz». Luego uno va a la Biblioteca y busca Fulano de Tal, página 189, y encuentra que lo que realmente dijo fue: «Hubo buen clima en Auschwitz». Consiguen sacar esto adelante porque saben muy bien que la mayoría de la gente no tiene tiempo de acercarse a la Biblioteca. Pero la gente los lee y se dicen a sí mismos: «¿Quién mentiría sobre algo así cuando es tan fácil probar que se equivocan? Deben de estar diciendo la verdad».

El fenómeno negacionista representa hoy un desafío para las democracias, porque mientras se desarrolla un pensamiento negador de los violaciones a los derechos humanos, también ataca a las valores fundamentales de la democracia, como la tolerancia, el respeto al otro, etc.

Este desafío halló diferentes respuestas en los países europeos. En Francia, particularmente, se trató de solucionarlo en el plano jurídico con la adopción de la Ley Gayssot, que impide la expresión del pensamiento negacionista. La actitud del legislador francés fue impugnada, puesto que se decía que así se atacaba el derecho a la libertad de expresión, otro valor fundamental de la democracia, y que suponía la imposición jurídica de una historia oficial, que no podía más ser discutida por los historiadores, con todo el peligro que a esta imposición subyace.

Pero hay que señalar que lo que estaba en juego con el desarrollo de ideas negacionistas en Europa era la memoria de la tragedia del genocidio de millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial. El negacionismo ponía en peligro el recuerdo del Holocausto, necesario para impedir que una tragedia de esa magnitud se produzca otra vez, y el esfuerzo para honrar la memoria de las víctimas.

En las leyes contra el negacionismo en Europa y el proyecto de ley presentado por el Gobierno Peruano destaca la constatación de que la amenaza que pesa sobre la memoria es un tema de preocupación universal. Es un tema universal, y especialmente latinoamericano, lo que justifica esta reflexión sobre el negacionismo.

En efecto, las tragedias sufridas por los pueblos víctimas del terrorismo, tanto como del terrorismo de los grupos subversivos como del terrorismo de  Estado en América Latina, dieron lugar a un debate amplio sobre la impunidad, como condición de la reconciliación nacional y sobre la memoria. Pero, al contrario del genocidio judío, la memoria de lo que sucedió en los años de la dictadura peruana no está amenazada por la negación de los acontecimientos reconocidos, sino por el hecho de que, por mucho tiempo, esos acontecimientos no han sido reconocidos institucionalmente.

Lo que resulta de esta constatación es que, haya o no una historia oficial, hay que seguir vigilando el respeto al derecho a la memoria como condición para la paz y como elemento necesario para el respeto de los derechos humanos.

Ni siquiera me detendré en la postura que han asumido diversos sectores de la derecha (expresada en los máximos exponentes de la DBA: los periódicos El Comercio y Correo) sobre este tema; han pretendido vestir la mona de seda en tantas ocasiones que no merece la pena. Además, en este asunto como en tantos otros, la derecha peruana va con retraso y no refleja el sentir de la sociedad: mientras que la mayoría de los países incluso se han tomado la molestia de legislar para castigar conductas relacionadas con el negacionismo y cualquier expresión de odio, la derecha peruana descarta todo en nombre de la libertad de expresión… Sin embargo, si me apetece perder unos minutos para hacerme una pregunta…

¿Quién mentiría sobre algo así?

¿Qué ideología hay que tener enquistada en la mente y en el alma, para levantarse por la mañana y negar el sufrimiento de miles y miles y miles de personas?

¿Qué absurdos prejuicios deben poseerte para negar evidencias históricas, científicas, testimonios de víctimas, documentos, fosas comunes… y sobretodo, que carajo hay que tener para negar las miradas de los que estuvieron allí… que no se pueden comparar con nada?

¿Avanzamos? Y de ser así… ¿hacia dónde?